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15 julio, 2017



LA INTELIGENCIA... artificial, o el puente de Descartes.

... Desde la gran sequía -decíamos-, inicio de aquel gran largo viaje, no hemos hecho otra cosa que adaptar nuestra naturaleza, animal en el origen, a la de seres condicionados, pero humanos.
Para unos, tal proceso evolutivo, fue el producto de la emergencia de la vida en un azar irrepetible y, para otros, el resultado de un determinismo biológico o cósmico que acabaría por ocurrir.  De manera que quizá no tenga mucho sentido discutir el Principio antrópico (1).
Ese proceso evolutivo emergente -desde lo físico, lo químico y lo biológico, hasta lo tecnológico-, acabará llevándonos del telescopio de Galileo a la computación cuántica y... a las estrellas; pero también a escudriñar las neuronas o el ADN, mucho más de cerca que Cajal, Ochoa o Crick. Y, aun, más lejos de cualquier límite, a interrogar qué hay antes o después de 13.700 millones de años de espacio-tiempo, o tras la naturaleza de la conciencia y de la identidad humana...
Los tiempos de Dylan, finalmente,  han cambiado, como antes se fue el 'Mundo de ayer' de Zweig y, aun antes, el onírico del Panorama o los 'Pasajes' de Benjamin... 
Una mañana de un 11 de Septiembre cualquiera, descubrimos que el siglo XX se derrumbaba en Nueva York y, dejando atrás la melancolía, nos dábamos de bruces con otro tiempo. El tiempo de las singularidades... definitivamente.
Entre ellas -aparte y distinta, la climática-, la más poderosa e inquietante procede del desafío planteado por la Inteligencia artificial y su escudero la Robótica, que... hijas de la revolución tecnológica, seguirán los esquemas de la ciencia cognitiva, para formular un nuevo paradigma funcionalista -en el que la máquina (hard) y el proceso (soft) juegan los papeles respectivos de cerebro y mente-, y cuya versión más extrema acaba por postular, primero, la igualación de los humanos por la máquina y, después, la superación. Para ello, no se duda en sostener que la máquina acabará por superar el test de Turing (2). Así, lo verdaderamente inquietante es la corriente de pensamiento que afirma una realidad en tres fases:
-1 desarrollo de la computación per se.
-2 implantación de soporte tecnológico en los humanos, tipo cyborg.
-3 nuestra sustitución en los procesos por máquinas muchísimo más rápidas y potentes que... acabarían por colonizar o, incluso, crear nuevos universos.

Según la futurología, esa concepción base de IA (3) iría mucho más allá: en realidad, el universo existe para acabar desarrollando la inteligencia biológica, que a su vez será superada por la tecnológica. Determinados personajes o futurólogos llegan a sostener el convencimiento de que así será. Lo cual, les dejaremos con sus convicciones, mientras dilucidamos hacia dónde se dirige, realmente, nuestra realidad, y cuáles son las virtualidades y los importantes riesgos. No se trata de discutir bonitas distopías (como las de R. Kurzweil, J Gardner o quizá Daniel Dennett: Principio antrópico, biocosmos amigable, gen egoísta, o colonización de las estrellas, etc.); más bien, se trata de alguna de las realidades más inquietantes de nuestro futuro inmediato: las consecuencias sociales, económicas y medioambientales de la robotización y del control de la economía. Proceso que podría agravar/o no, insoportablemente, la 'sociedad del riesgo' en los términos descritos por U. Beck; o facilitar/o no, la economía del hidrógeno y la producción a coste marginal próximo a cero, según Jeremy Rifkin.

Pero, antes -dejando de lado un instante la conquista de nuevos universos, no digamos crearlos ex-novo, y volviendo a la tierra- conviene establecer un marco de similitudes/diferencias entre la máquina y la intelección humana. Diseñar la máquina como copia del cerebro biológico no producirá una mente humana, sería... otra cosa: de la pretensión de características holísticas, no emergerá la autoconciencia y el sentido de la libertad humanos ni, incluso, una copia -lo que los informáticos llaman backup-, por precisa o fiel que fuere; tampoco podría confundirse con un cerebro humano, aunque constituya una suerte de inteligencia extendida. ("La chispa de la vida" -a diferencia del Prometeo de Mary Shelley, más allá del relato romántico- no es teleológica). En una naturaleza regida por el azar/la necesidad, no iremos inexorablemente al determinismo de un mundo gestionado por una 'IA' dominante, que es lo que nos quieren decir.
Esa chispa, pues, aparece en la naturaleza elemental o en los procesos básicos del cuerpo. Momento en que se inicia la separación o diferenciación esencial con la no vida. Lo que implicaría que a la abuela -o máquina cibernética- tendríamos que ponerle ruedas -sistema metabólico que evoluciona-, para que resultara una bicicleta: un dispositivo u ordenador con metabolismo biológico; es decir, con vida real, pero, artificialmente creada.
La diferencia radica en que el cerebro/mente (o biología/proceso) está imbricado en el sistema resto del cuerpo/cerebro, que -en la vida- le retroalimentará permanentemente, con el resultado emergente cuerpo//cerebro/mente, tras casi 4.000 millones de años. Es la conexión de lo material y lo intangible...
De tal modo que, esa vida artificial -o abuela con ruedas-, no sería posible sin metabolismo basal, además del mantenimiento de los equilibrios químicos o del pH, o sin la aportación de proteínas, lípidos y carbohidratos ni sin la limpieza de los metabolitos resultantes o de deshecho, etc... no tendría entidad, pues,  la abuela bicicleta, ni conciencia de sí.
Ese proceso metabólico -y de acción- o corporal, en la vida real produce un flujo de datos que se  expresa: como cambios en los mapas cerebrales, y cartografía toda esa información eferente del cuerpo (al que están conectados por todo tipo de sistemas neurofísico/químicos). Ese movimiento -los cambios físico/químicos-, las emociones, se refleja en los mapas cerebrales; expresando así los estados del cuerpo como sentimientos -en parte- ya conscientes (5) del proceso de equilibrio u homeoestasis de la vida. Esos sentimientos conscientes, esa cartografía de la mente fueron emergiendo a lo largo de la evolución, como un proceso crecientemente complejo -desde las bacterias hasta homo sapiens sapiens-: lo que explicaría por sí mismo la aparición de la inteligencia... sentiente.
Basta con contemplar la capacidad de interacción social inteligente, de lenguaje básico o de autorreconocimiento de los mamíferos marinos, de los elefantes o, sobre todo, de nuestros primos cercanos, los otros primates, y aun dentro de estos: cómo esa inteligencia aumenta con el grado de encefalización (6), hasta nuestro pariente más próximo el chimpancé (o el bonobo), que ¡Oh sorpresa! a su manera, entiende que el mono del espejo es... él mismo.  Es el viaje desde el ARN y las procariotas o bacterias hasta la consciencia de sapiens, que duró 4000 millones de años. Y esa secuencia es la mejor explicación del origen y la naturaleza evolutiva de la inteligencia: ...ninguna conciencia > primera reactividad > sensibilidad > conciencia sensible > cierta autoconciencia... autoconciencia plena.
En definitiva, el autorreconocimiento de "Chita", ante el espejo, o el mono (en el momento crítico de la transición australopitecus > homo...) que golpea, ebrio de sí, en la Odisea 2001 de S. Kubrick, son el principio del fin de ese viaje, desde la aparición de la vida hasta la inteligencia...
Tal final llegaría, quizá, cuando la neurociencia -más allá del límite- desvelase el misterio que constituye la comprensión del proceso, que transforma los patrones neurales -agrupaciones de neuronas que se relacionan, emergentes, en cascada-... en imágenes mentales. Lo cual implicaría salvar el puente de Descartes (7), entre las dos orillas de ese misterio: la materia física y el proceso mental. Casi medio milenio más tarde, Edelman enfrenta ese puente apoyándose en la complejización o Teoría de la complejidad, para formular su darwinismo neuronal; según el cual, en los procesos de bajo nivel -ab initio- se expresaría la más profunda estructura ontológica o física del cerebro: la interacción -espontánea- de las redes neuronales entre sí, con el cuerpo y con el medio entorno, y cuyo resultado final son... los qualia (8): lo más  básico de la vida psíquica, según se manifiesta en la fenomenología. Idea, a partir de la cual Searle refuta la posibilidad de una naturaleza computacional del cerebro/mente: los computadores son funcionalmente sintácticos, y realizan -ignorantes- las operaciones programadas, a diferencia de las redes neuronales que son semánticas (9); se podrán copiar funcionamientos, programas, del cerebro humano, pero las redes de silicio, grafeno u otros materiales, no desarrollan -per se- la magia del sentimiento ni, en determinado modo, la creatividad humana.
Llegados a este punto, cabe someter al principio de contradicción determinadas convicciones -de Kurzweil, Gardner et alia-: sería posible algún día, incluso, hasta la constatación de un Cosmos amigable con la expansión humana; pero -hoy por hoy-, no es posible alcanzar datos en términos de una lucha darwinista por la sobrevivencia entre galaxias; claro que, parecería propio de las características -a la expansión y a la complejidad- observadas en lo que venimos en llamar materia/energía; pero... más allá del Yin y el Yang cósmicos, las teorías multidimensionales de los universos de Penrose, a lo que invitan, es a volver a poner los pies en la tierra; donde R. Kurzweil -en la famosa entrevista (10)- sitúa la Singularidad en el tiempo:
Hacia mediados de la década 2020 IBM desarrollará imitaciones de redes neuronales; el rendimiento acelerado del desarrollo tecnológico permitirá la interfaz entre máquina y biología en el 2030; y, finalmente, la inteligencia no biológica (artificial) será mil millones de veces más poderosa que la humana, como en el 2045
Nombra ese proceso: "Singularidad", fantaseando con "rebasar el horizonte de sucesos"... de la capacidades desarrolladas por la mente humana, como ocurre en los agujeros negros. Continúa el ensayo/entrevista sobre esas capacidades billonarias -y más- de las futuras máquinas de pensar, dimensionadas en términos cuantitativos; pero, que no le permiten establecer más que la convicción... de que se tienen que producir las cualidades de absoluta igualdad entre cognición humana y máquinas; de lo que se sigue la capacidad de estas de ser conscientes, o tener identidad y libre albedrío, creatividad e, incluso, sentimientos: los futuros robots, serían personas, pues. Pero es solo eso: una convicción. Las especulaciones de Penrose y otros, sobre aspectos cuánticos del funcionamiento del cerebro no salvan el abismo (entre los dos principios o sustancias de Descartes) y, hoy, nos parecen, más bien, un brindis al sol.

Sea como fuere, la evolución de la Sociedad del riesgo, los Tiempos modernos o los Tiempos líquidos (de Beck, Chaplin o Bauman), el futuro anunciado ya ha comenzado: las nuevas Majors han abandonado el celuloide, están al NW, en la misma costa, en el Silicon Valley, pero en otra realidad... aumentada, y en buena medida, virtual o digital. Paramount, Metro o Warner fueron desplazadas por Microsoft (Google), Appel, Facebook o Tesla; hoy, ni siquiera International Business Machine (la corporación, la más grande de la segunda mitad del siglo XX -metonímicamente, un ordenador era el IBM-) se mantiene;  es poco más que un desarrollador. En ese futuro, importarán de nuevo, las respuestas prometeicas a... qué, cómo y quién:
-1 el qué: la inteligencia artificial de los androides, los ciborg u otras máquinas como Siri o Todai -ferias y presentaciones mediáticas, aparte- no debería exceder la consideración de auxiliar laboral. Todai Robot Project (Universidad de Tokio) investiga -por ejemplo- la diferencia entre la compresión de los exámenes o de una redacción, entre los estudiantes y el robot. La conclusión es que la comprensión de los estudiantes -cada vez más confiados a las máquinas- debe de mejorar; pero, que Siri o Todai hacen como que... aunque, en realidad no entienden lo que leen. La conclusión es fácil: esa inteligencia artificial será una asistente fantástico, pero no debería de superar el papel -ya problemático- de un competidor laboral directo. A los riesgos de vulnerar las tres leyes de la robótica, se sumaría la rotura del equilibrio entre el ahorro costes laborales, favorable a las empresas, y la pérdida de poder de compra de las clases ociosas, así liberadas... además, de otras derivadas sociales.
-2 el cómo: Robot -por encima, o no, del Test de Turing- es muy bueno en memorizar y calcular.  Pero, no tiene sentimiento ni ética innatos, sus decisiones/respuesta basadas en algoritmos -lenguaje matemático- de cálculo de probabilidades, 'sólo' evolucionan hacia la computación cuántica o de la lógica difusa, más allá del dilema verdadero/falso; pero, no es posible vislumbrar siquiera, como puedan alcanzar en términos humanos la categoría ética de bueno/malo. 
En el futuro, se seguirán desarrollando realidades como los Arduinos: placas o hard, y desarrollo de software libre, que pueden actuar como controladores -y conexión a  entornos informáticos- con código abierto, en modo hágalo usted mismo y para toda la comunidad; o la realidad aumentada que, a partir de un pulsador -podrá ser virtual, de voz o una elemental película de grafeno, sobre la piel- desplegará un sistema holográfico, sin más interfaz, desde el que interaccionaremos con la realidad virtual, con todas las nubes...
 -3 el quién: decide el control de la nube de tecnologías e información que se expande -más o menos-según la Ley de rendimientos acelerados.
Lo que en la Economía política decimonónica se solventaba en la lucha de clases, fueran las que fueran las relaciones poder, hoy, se ha vuelto tremendamente más complejo; aunque, algún burócrata digital soñase -en el Internet de las cosas-, que la gestión de control del input/output de recursos sería elemental. Pero, esa no es la cuestión; lo era, decíamos: 'el poder de decidir'... en la medida que la demografía desbocada del siglo XXI, la gestión de recursos medioambientales, la economía colaborativa o la energía e información interaccionan con la tecnología; de manera que, esa interacción acaba por convertirse en el problema básico y fundamental de las sociedades. 
Lo cual, el Capital -al margen del control del sistema político social, en los siglos XIX y XX-, como postula Piketty: era la madre de todos los problemas; pero en el siclo XXI será la apropiación del desarrollo y control de los Big Data y las nuevas tecnologías, la que determinará, absolutamente, el mundo de los humanos: sus hábitos, salud, elecciones políticas, educación, trabajo/negocios y, en cierto modo, hasta la personalidad o quienes somos. Y, ahí, radicará -en el futuro- el verdadero poder: el dinero ya sólo será, cada vez más, dígitos en algún programa...

De manera que ya no sería menester implantarnos los circuitos de ciborg que sueña Kurzweil: el mundo no semejará las distopías de Huxley u Orwell, ni la doctora Susan Calvin -de Asimov- provocará amor/odio en nuestras pesadillas...  Ni será la bonita fantasía de un fordismo sin productores -sustituidos por el robot-... que acabaría, decíamos, por convertirse en la pesadilla de un mundo de miles de millones de inactivos o desocupados, de un lado, y con problemas de sobreexplotación y contaminación medioambiental insoportable, del otro. 
La cuestión será mucho más prosaica e inquietante que las tres leyes de la robótica -para proteger a los humanos-, será ¿QUIÉN CONTROLARÁ A LOS CONTROLADORES?

ESE MUNDO RECOGERÁ ALGO DE LO ANTEDICHO PERO, A LA VEZ, SERÁ DIFERENTE... IMPREDECIBLE... O EN FUTURO IMPERFECTO...




(1) El principio antrópico postula que la lógica del desarrollo del Cosmos está dirigida a la aparición humana.
(2) El Test de Turing mide capacidad de una máquina para producir respuestas inteligentes similares a las humanas.
(3) IA, acrónimo ya habitual de Inteligencia artificial.
(4) Antonio Damasio, premio Príncipe de Asturias en Investigación Científica y Técnica, ha descrito con toda claridad el proceso -emergente- desde la química básica de las emociones hasta el proceso de la inteligencia autoconsciente.
Jacques Monod, Premio Nobel en Fisiología o Medicina, y pionero de la Biología molecular, define La vida a partir de tres principios básicos: morfogénesis autónoma (desarrollo per se de formas propias), invarianza (reproducción -sin cambios- de la misma forma) y teleonomía (Proyecto de estructura que cumple con sus perfomances o capacidad de llevar implícito un proyecto que se desarrolle). Principios básicos incompatibles, simultáneamente, con el desarrollo de las máquinas cibernéticas.
(5) La fenomenología de Husserl -un siglo antes de las neurociencias- proponía una suerte de metarrepresentación de la mente, en otra parte de la misma mente o... la autoconsciencia, desde la que una parte de la mente espía -es consciente- lo que está procesando otra parte de la mente (las emociones, los sentimientos o las imágenes).
(6) Relación entre el peso del cerebro y del resto del cuerpo, como indicador básico del nivel de inteligencia. Y en cuyo desarrollo parece expresarse la llamada "conciencia primaria", desde la conexión filogenética, al menos, entre primates y mamíferos superiores.
(7) Descartes, hace casi medio milenio, inaugura el baile dualista/o no, postulando la existencia de dos substancias -que hoy se entenderían- como: mente -inmaterial, subjetiva y en primera persona- y cerebro -cuerpo, materia extensa objetiva, medible y en tercera persona e independiente del observador- que, hoy todavía, son el escenario donde la filosofía y, después, las neurociencias siguen discutiendo las bases de la conciencia, cuya naturaleza constituye, posiblemente, el mayor enigma al que se enfrenta la ciencia: ¿Qué es la inteligencia autoconsciente, o sencillamente la consciencia de sí?
Esas bases de la conciencia tienen hoy cuatro respuestas (Javier Barría Muñoz: "Fenomenología de la conciencia". Rev. GPU 2010;6;3: 338-350):
-1 No existe esa conciencia -per se- es sólo una propiedad de la realidad física -comportamiento electroquímico de las neuronas-, o lo que hace el cerebro. Es la postura materialista más frecuente en la Neurobiología. (Crick, Searle, Bueno).
-2 Se admite su existencia como resultado emergente -y distinta de los epifenómenos  de la conciencia- de la creciente complejidad del cerebro. (Edelman, Denton).
-3 Es un proceso diferente, fuera de la realidad material, o de la biología, del cerebro. (Dueñas).
-4 Es el resultado fenomenológico de la experiencia humana. (Chalmers).
Probablemente la conciencia tenga bastante que ver con algo de cada una de esas respuestas pero, sea lo que fuere, no dejará de ir acompañada de su fantasma o su sombra vigilante: "la conciencia de ser o estar conscientes". Quizá ello justifique la cooperación interdisciplinar para abordar el problema.
Entretanto, Chalmers formula la explicación de la conciencia desde dos ópticas: La explicación fácil del problema -pero muy compleja-, que describe la correlación entre la actividad neural y los estados mentales. Y la explicación difícil de imaginar: cómo la actividad neural, física, puede producir fenómenos subjetivos o intangibles. De tal manera que, no es posible eludir la cuestión: los estados mentales y la actividad cerebral o neural ¿Son la misma cosa o... cúal es el que produce al otro? Damasio, busca las respuestas -fundándose más en imágenes que en sistemas sensitivos-, basando los constructos teóricos en evidencias empíricas (Técnicas de neuroimagen, etc.) que, a través de imágenes, conectan la conciencia ampliada con el protagonismo de la sensación, las emociones y los sentimientos, perfilando con claridad la concepción de la mente humana que propone hoy la Neurología. Según Barría Muñoz, quizá el único punto débil está en la insuficiente explicación de la complejización evolutiva de la mente. Se entiende que... hasta llegar a los qualia y la abstracción.
(8) La dificultad se hace extrema, límite, al tratar de penetrar la naturaleza de la experiencia mental o el carácter subjetivo de la conciencia y... entonces, aparecen los fantasmas: los qualia, o las experiencias conscientes, tal que "la rojez de lo rojo", "la sonoridad del sonido". Momento, en el que ya no vale la lógica en tercera persona ni los datos externos, se trata ya de los que pueden ser referidos o vivenciados -únicamente- en primera persona. Los qualia, pues, como -elementos vividos con autoconsciencia- sensaciones o pensamiento, tienen una ontología subjetiva, no se pueden someter a una reducción en tercera persona.     
Varela también trató de salvar esas dos orillas: lo mental y lo neuronal estarían conectados de modo que enactúan, pero ese es otro capítulo, hoy por hoy, inconcluso.
(9) Curiosamente, ambos planos de significación son paralelos a los de Sintagma/Sistema o Metonimia/Metáfora, descritos por R. Barthes en "La aventura semiológica", o R. Jakobson en "Dos aspectos del lenguaje... ". Lo cual, expresaría el plano sintáctico (estructuras determinadas) o con oficios definidos -fijos- de los términos, o modo de expresión de la lengua; y, el plano del sistema (creativo, al azar), en otro modo, más o menos, libre. Dicho de otra forma, esos dos planos resumirían: las reglas/la riqueza, del lenguaje.
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(10) R. Kurzweil: "Singularity Q&A". (Essays: -en inglés, formato de entrevista-). La entrevista desarrolla todo tipo de ideas técnicas futuribles, o la información masiva que su relación actual con el Big data de Google le permite, así como el apoyo, incluso, de Howard Gardner, (Harvard): Análisis de las capacidades cognitivas y Teoría de las inteligencias múltiples (Lingüística, matemática, emocional, etc.)...  pero sin vislumbrar, siquiera, cómo implementar -en la máquina- las capacidades humanas: libertad de decidir, autoconciencia, etc... ni, lo más preocupante, cómo relacionar sus códigos de conducta o autoresponsabilidad con/entre los humanos.