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27 agosto, 2018



DECÍA EL VIEJO MÚGICA...

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Tiene toda la razón el viejo Múgica... desde el punto de vista moral. Sin duda. Pero, él habla de un mundo de flujos migratorios de decenas de miles, de algún millón. Nada que ver: el problema doble de Europa es que, hoy, en África, hay más de mil millones de muchachos contemplando las luminarias del Bernabeu (a diario en TV, una final cualquiera de la Champions), o de París, o de Londres... el lujo de los Bugatti o los Ferrari, las princesas/modelos -huríes, en este caso, no perpetuamente vírgenes- de los palcos Vip's... al cabo, el desenfreno del lujo. Ese es el miedo de la Europa rica pero, además, está el otro, el mortal: el de las bombas desde Molenbeek, el de los periodistas de Charlie Hebdo, el de los conductores asesinos o el de los trenes de Atocha, el de Bataclan o el de lo autobuses de Londres y... hasta de las Ramblas. Así, que sí, es lícito el miedo o la reserva de Europa a que entren sin control, por las puertas de su casa, con una bomba encendida y guardada en la mochila. Pero hay más, además de cuántos son, es cómo son: son manipulados por la versión más irracional y más agresiva del Islam... pues, increíblemente, no vienen -como sería lo lógico- a superar las carencias de su mundo de origen... al parecer, vienen -tras no se sabe qué fracaso, de qué inadaptación,o de qué expectativas- a reproducir fanáticamente, justo, lo que les instaló en esa miseria material, pero también moral, asesina. En el colmo de la frustración y el fracaso, a... destruir lo que no pueden alcanzar. Son, pues, la cadena de transmisión desde ese Islam fanático, que abortó con Al Ghazali -y los Almohades-, hasta las Torres gemelas o los Talibanes. De modo, que no es sólo un conflicto moral o emigratorio, o cultural: finalmente, sí va a ser un choque de civilizaciones... como dios manda. No, no es una cuestión multicultural o de buenismo, es algo todavía más, mucho más, profundo, es... el final del mundo como lo conocíamos. Literalmente, quiero decir. Lo es, porque se potencia con la crisis demográfica, la medio-ambiental y la robotización, todo a la vez. Las costuras no aguantan más allá de la mitad de este siglo, la cuestión de solidaridad que reclama -con razón- el viejo Múgica, no es la cuestión -que también-: no, no son un puñado de miles, son un puñado de algún millar de millones más de los que cuenta el viejo MÚGICA...