-pero de toda la vida-
“Los niños con
discapacidad no deberían nacer, sólo son un estorbo para la sociedad”: Titular de la SEP (1)
verazinforma.com"
… Se llama eugenesia,
es lo contrario de algunas ideas que suelen cultivar las religiones del libro:
-"creced y multiplicaos"-. Mandato, este, que se compadece muy bien
con algunas emociones básicas en defensa de la vida.
La declaración del titular es torpe, no matiza qué sería lo deseable o la finalidad de la medicina preventiva, al respecto. Pero la ideología natalista, lo contrario de la eugenesia, que decíamos, tiene
un talón de Aquiles insalvable: la lógica
de los oncogenes, la que hace "crecer y multiplicarse" a un tipo
de células a costa de las otras diferentes, hasta acabar con la vida del
organismo que constituyen y... que viene a ser lo mismo que está haciendo
nuestra especie, en este momento, con el resto de la vida del planeta tierra.
Hasta tal punto, que las consecuencias como la acción combinada del metano, del óxido nítrico y
del co2 en la atmósfera; del plástico, mercurio y metales pesados en los
océanos y la contaminación química y bacteriológica del agua dulce… alcanzarían
imparablemente niveles de catástrofe global –no importa ya el negacionismo
respuesta, ni rebatirlo siquiera-…y los efectos de un par de grados más
de temperatura global, con unas pocas unidades más de partículas en el aire,
serían irreversibles en siglos; afectaría a los hielos polares, al
estabilizador térmico que es la corriente del Golfo, se derritiría el
permafrost de Siberia, la subida del mar anegaría países enteros, y…, y…, y…
Entretanto la demografía está fuera de control, con
desequilibrios irreductibles: mientras en los países desarrollados cunde la paranoia colectiva de que,
tras cuarenta años de vida laboral, corran peligro las pensiones -la
seguridad-, debido a la inversión de la pirámide de población (Vivimos más
tiempo, ya retirados de la actividad, a la vez que decae la natalidad)… en los
países subdesarrollados esa natalidad y la miseria galopan desbocadas.
La paranoia de los ricos tendría más
fácil remedio: en la robotización que viene –disminuyendo (costes) los
salarios-, las máquinas pagarían a cambio el impuesto social necesario. Pero es
en ese tercer mundo donde radica el
verdadero busilis: mientras que en el
primero accedan al mayor poder descerebrados que dejen hacer, y la NATALIDAD sea, eso, cuestión tercermundista, en
modo alguno será posible retener y estabilizar las poblaciones para,
improbablemente, transferir recursos y generar actividad sostenible en ese mundo, donde la mano invisible del mercado no será
nada pródiga en puestos de trabajo.
El escenario actual –que más parece el paisaje tras la batalla- de los
acuerdos imposibles sobre cambio climático, ilustra perfectamente tal impotencia: el primer mundo incapaz de
dejar de consumir y contaminar compulsivamente, y el otro impotente de parar la
explosión demográfica. Lo cual no excusa el DEBE SER, que nos recuerda la
tremenda –pero no única- amenaza que navega por el Atlántico norte: el
principal sistema de corrientes oceánicas se está frenando –es como cuando en
una casa se está apagando la calefacción, en mitad del invierno-. Pero, además,
es que la amenaza de desencadenar una glaciación: Europa helada hasta Sierra
Morena o un bloque de hielo, de más de 1km de espesor, sobre Hamburgo;
interactuaría inevitablemente con los desastres medioambientales que ya hemos
citado. No importa que, bajo un aire irrespirable, el mar suba cien metros o
los baje, que se congele el hemisferio Norte o que en los trópicos, 50º grados
a la sombra sean lo habitual, ni que los huracanes se acostumbren al exceso de
velocidad, ya no habrá Guardia civil capaz de pararlos, a más de 300 Km/por
hora.
Será suficiente, pues, que se dispare una sola de las
amenazas: sea cual fuere, interactuarán de un modo u otro en cadena (2), de
manera que aunque el mundo ‘norte’ adolezca del citado envejecimiento, pero transfiriese recursos para fijar población y actividad –decíamos- en el
‘tercer’; con el modelo de producción/consumo industriales actual, no es
posible impedir, más bien, detener, el colapso. El tiempo medioambiental es
–por así decirlo- mucho más lento que el biológico, transcurriría algún –‘y aun
algunos’- siglos, antes de poder revertir el proceso. Si acaso, podemos aspirar
a atenuarlo. De modo que interesa echar un ojo, a lo que está ocurriendo del
mar de Barents para abajo: una corriente de agua ha ido dejando su calor –nuestra
calefacción- desde el Caribe y por la costa de Europa occidental, hasta
Noruega; entonces se encontrará con una masa de agua fría y más densa, que arrastra
la sal generada por el hielo ártico, hundiéndose y empujando la corriente por el
fondo oceánico, de vuelta, camino del Golfo (de México), para volver a recargar
de calor y continuar el ciclo. Pues es el mecanismo que se está deteniendo -coincidiendo
con la era industrial-; está menguando, en casi tres veces el caudal que
desembocan todos los ríos del mundo juntos: lo que, se calcula, ya representa
cerca de la quinta parte de la Corriente (del Golfo). En cualquier caso, alterará
el sistema termohalino -la temperatura y la salinidad- oceánico, con cambios
climáticos en todo el planeta.
La conclusión evidente es que la actividad –la
producción- económica y, sobre todo, la demografía no lo soportarán. Es decir,
la estabilidad social. Y afectará, antes de mediados de siglo, a miles de
millones de personas.
Conclusión: “TENEMOS
–más bien, vivimos en- UN PLANETA DE
RECURSOS LIMITADOS. PERO NO CESA EL AUMENTO EN LA EXPLOTACIÓN Y DEGRADACIÓN DE
ESOS RECURSOS. PRACTICAMOS EL 'USAR Y TIRAR': NO ALCANZAMOS A REPONERLOS Y SE
ACABARAN”. Y no hace falta “predicar” más ecología.
Pero sí hace falta acabar de entender: los humanos
somos una especie más en la evolución ¿cósmica? de la vida. Formamos parte, estamos
inextricablemente ligados a esa vida y sólo somos una especie pariente, más
evolucionada. Podemos reconocernos en la chispa de la mirada de nuestro perro o
en un gesto empático de un chimpancé. No somos vida ‘diferente’ de ellos. SÍ somos, en definitiva, un eslabón de
la misma cadena. Pero desde la caverna de la noche de los tiempos –como en
aquella de Platón- creímos entender los mensajes del fondo -desde las sombras-,
de nuestro origen como seres dependientes de la naturaleza. Tuvimos que
enfrentar esa ‘nuestra’ naturaleza e ir interpretándola, hoy quizá con acierto,
ayer no sé sabe. Por el camino, de la salida, fuimos elaborando –necesitando-
explicaciones, pero las formulábamos todavía incompletas, cuando no
erróneas, en modo de ‘mitos’: las famosas
respuestas a… de dónde, a dónde, y qué somos. Un hermoso mito cuenta que
Prometeo robó la llama a los dioses para iluminarnos la salida, el camino del
saber. Empero, nuestra moral -las reglas y las costumbres- tenía un ancla en la
larga andadura del pasado; de modo que se hacía menester nuestra capacidad de
inteligir, e ir tramando una forma de conocer ‘científico-técnica’, y que
necesitaba ´validar’ lo que aprendíamos…
Ahora, diez o doce milenios después del inicio
sostenido de esa andadura –la revolución neolítica, la primera techné que nos
saca realmente de la naturaleza- nos enfrentamos a viejos conflictos
irresueltos, pero directamente implicados en nuestra sobrevivencia. Y, de algún
modo, en el centro, en su contradanza con la ECOLOGÍA, encontramos a la
IDEOLOGÍA NATALISTA. Está asociada a algunas de nuestras más rancias creencias,
y por muchos de nosotros se confunde: con la defensa de la vida.
El paleontólogo, judío y neoyorkino, Stephen Jay
Gould, creyó acercarse a la tregua, pero en realidad se estaba enfrentando al
mayor conflicto de la humanidad. “CIENCIA versus RELIGIÓN” llamó a su libro, o
lo que es lo mismo: la RAZÓN contra la FE. Jay Gould quiso tener fe –en la
tregua-, y postuló que se trataba de un falso conflicto, puesto que ambos
mundos podían cohabitar desde el respeto mutuo. Murió el año anterior al
desastre de sus torres gemelas,
dejando sin revisar su postura…
Probablemente nunca se llegue al acuerdo: el fondo de
la cuestión es irreductible. Y de Jay Gould sólo se salve la también inevitable
tregua de… el respeto recíproco. Pero eso necesita que cambie nuestra
naturaleza, y ese es otro debate.
La versión actual de ese conflicto se expresa entre
NATALISMO y ECOLOGÍA. El primero postula la defensa de la vida humana como bien
superior a cualquiera otra consideración o valor. No es preciso defender tal
hecho; lo sostienen sin ninguna ambigüedad. Sus creencias milenarias así lo
establecen. No hay discusión de términos ni medias tintas, sobre cuándo, quién
o cómo se estableció el mandato. Es dogma –revelado-
de FE.
La segunda defiende la vida del planeta desde una
visión cosmo-biológica, consecuencia evolutiva de las propias condiciones
esenciales de lo existente: el movimiento que se expresa en forma de
complejidad creciente hasta constituir la materia, la vida y la autoconciencia
de existir. Las reglas dimanan, -son- la propia naturaleza del Cosmos.
El conflicto entrambas posturas se establece cuando
las religiones del libro –quizá, principalmente la católica- al considerar la vida humana como el bien
superior, no pueden -no alcanzan a - contemplar la perspectiva de la sexta gran
extinción (3) que ya se está produciendo, según los resultados incontrovertibles
que aporta la gran mayoría de la comunidad científica. Responden con las
teorías ‘negacionistas’, el ‘diseño inteligente’ o similares. Son sus creencias
–fuertemente asociadas a su emocionalidad, además-, de manera que... siguiendo
a Jay Gould, adoptaremos, sin comprender, el respeto mutuo.
Por la otra parte, la proposición tiene una lógica
bien simple: la evolución cósmica nos ha situado en un planeta –como nave
cerrada- que viaja por el espacio y que cuenta con unos recursos finitos, que
estamos agotando -no reponemos-, y tampoco somos capaces evitar su creciente
contaminación.
Una parte del pasaje del planeta-nave sostiene el
derecho incuestionable –de vida- a no poner limitaciones a la natalidad
(creencia que considera natural y
consecuencia del mandato: creced y…).
La otra parte replica con la cuestión de la
lógica de los oncogenes: no es natural
la ley que permite, y acaba provocando, que una forma de vida crezca sin
control, a expensas de ir provocando la desaparición de las otras formas de
vida. Lo que finalmente redundará en la extinción, también, de la forma de vida
que desestabilizó el proceso. En este siglo XXI miles de millones de humanos,
de una u otra manera, resultarán atrapados en el medio de ese conflicto…
ASÍ QUE SÍ, SOMOS DEFENSORES DE LA VIDA, PERO DE TODA
LA VIDA, QUE ES LO JUSTO…
(1) Entidad y portal que dan doctrina en
Hispanoamérica. Defiende las posturas natalistas
habituales.
(2)
En realidad actúan como un sistema de sistemas, como el efecto mariposa,
precisamente.
(3) A lo largo de los cerca de 4000 mill. de años, desde la aparición de la
vida en el planeta, se han producido cinco extinciones catastróficas de gran
parte de las especies -por encima del 75%-. Debidas a fluctuaciones de oxígeno,
co2, temperatura, vulcanismo, etc. En el último siglo el ritmo de desaparición
de especies se ha multiplicado por cien…