-un siglo más tarde-…
En
este Blog, el pasado año 2016, en dos artículos referidos al pensamiento de
Gustavo Bueno y otros tales, recordamos que a lo largo de su andadura
intelectual y política, el bueno de Don Gustavo, dio en formular el materialismo filosófico, en la
intención de superar un defecto persistente, asociado al continuado fallo en
los intentos de construir –en el mundo realmente
existente- la sociedad comunista. Bueno
entendía que tal defecto, sumaba a otros errores originales, el –fundamental-
formulado canónicamente por ‘el papaíto Iósif’ en el DIAMAT, lo cual en
realidad, constituía un artefacto rígido, pretendidamente científico y -como
obra del Gran Poder- no expuesto a crítica o modificación en sus líneas
maestras. Ello, naturalmente, constituía una violación flagrante de la esencia
misma del concepto Dialéctica. Y tuvo
consecuencias.
Uno
de los coetáneos de Iósif Stalin, y que se las tuvo que ver, cárcel incluida,
con otro Gran Poder de signo contrario, en Italia: fue Antonio Gramsci. Buen
meridional, de pensamiento ágil, ya entrevió los problemas que la formulación,
y peor aplicación, rígida, del marxismo-leninismo, plantearía en la Europa
suroccidental. De manera que postuló, que lo dialécticamente revolucionario, en
las condiciones dadas, en esa Italia, era adaptarse a ellas.
Así,
que Gramsci trató de aggionar la obra
de Lenin. Sólo había transcurrido una década, pero fuera el tiempo, fuera la
distancia, fue consciente de la necesidad de evolucionar, de adaptarla… A pesar
de lo cual se mantiene, entrambos, un hilo conductor básico, como el concepto
de ‘Hegemonía’, al que confiere el mayor valor en la teoría o filosofía de la
historia.
Es esa idea, Gramsci pretende reunir – en
interacción- la teoría y la práctica, siguiendo las tesis sobre la Filosofía alemana de Feuerbach, de
Marx-Engels; en la intención (1) de superar –en una realidad nueva de sociedad
comunista- las contradicciones filosóficas y de clase… lo que no sería posible
sin salir del plano meramente especulativo (teórico). Gramsci, como Marx y
Engels, entiende que el proletariado (2) ha de alcanzar en la práctica de la
realidad social, lo que en filosofía no dejaría de ser especulativo. Pero tal
declaración de intenciones –las de superar-, carece de algún valor
performativo: en la realidad, nunca se ha alcanzado el cambio revolucionario de
la estructura de una sociedad dividida en clases antagónicas, como atestigua
toda una cadena de fracasos. Claro que ha habido infinidad de cambios sociales
pero, dialécticamente, nunca se acabó de superar aquellas contradicciones
sociales: más bien, el transcurrir de las sociedades ha agudizado su
naturaleza proteica, líquida…
Esas
contradicciones nunca han acabado de desaparecer…
se han mutado y multiplicado. Así, que es preciso reconocer que si no estaban
equivocados, como poco, Marx, Engels, Lenin y Gramsci no acertaron. Sólo hay
que echar una mirada a la historia y al mundo entorno. Seguramente analizaron
bien algunos problemas o síntomas negativos –y hasta muy negativos- en el
devenir de las sociedades, pero se equivocaron en gran medida en la evolución y,
sobre todo, en las propuestas o aplicación de los remedios. Y, lo peor, a pesar
de su pretendida afición a la dialéctica, siguen –sus émulos- incapaces de
cambiar de estrategia. En suma, y sin perder de vista el pensamiento Bueno: el
gran desastre de la aparición del totalitarismo en los regímenes comunistas -realmente existentes- fue propiciado, a
pesar de la declaración de fe en la Dialéctica, por la consideración de axiomas científicos, de lo que eran
proposiciones, sin validar o falsear, y, que dogmáticamente impidieron se
realizase la intención performativa de superar
por la vía revolucionaria las contradicciones sociales. La famosa vuelta de
calcetín a Hegel, no iba a conseguir que los cambios en las estructuras
económicas y sociales modificaran la estructura formal de las ideas: Bauman o
Beck –marxistas de jóvenes- o Richard Sennett –pragmatismo norteamericano-, lo
explican por el libro.
En
conclusión: “PENSAR, AL CONTRARIO QUE HEGEL, QUE NO ES EL ‘ESPÍRITU OBJETIVO’ QUIEN DETERMINA
LAS FORMAS DEL MUNDO MATERIAL, SINO ÉSTE QUIEN ACABA FORMULANDO EL PENSAMIENTO;
NO ALCANZA A CONSEGUIR QUE UNA IDEA MARXISTA CAMBIE LAS RELACIONES DEL MUNDO
MATERIAL… PORQUE TAL MODO DE PROCEDER, NO
DEJA DE SER IDEALMENTE HEGELIANO”.
Así
que está serie del Blog se dedicará a explayar el hoy envejecido pensamiento de Antonio Gramsci, que ahora
algunos tratan de desempolvar como nuevo bálsamo de Fierabrás o curalotodo
ideológico de última generación.
(1) Pero
a pesar de esa intención dialéctica, de que el
proletariado supere por la vía revolucionaria las contradicciones sociales,
se acaba por volver al NO SUPERADO intento inicial del marxismo, de darle la
vuelta al famoso calcetín IDEAL de Hegel. Siguen en el mismo lado de ese
calcetín, porque esa intención, en la práctica, no ha dejado de
resistir la aparición de tal sociedad… IDEAL.
(2) “Proletariado”,
no es un concepto original del marxismo, a pesar de que se atribuya a Marx la
formulación -la idea actual- de las clases sociales. En realidad, aparece con Servio Tulio, rey de Roma en el
sg. VI a.c., autor de la división de las cinco clases de ciudadanía romana, de
las que excluía a los proletarius.
Es en el ‘18 de Brumario de Luis Bonaparte', donde Marx cita el lumpemproletariado, cosa distinta,
formando parte de las 'sociedades', al margen o por debajo, de la burguesía y la
clase obrera, con las que, de hecho, podría tener intereses encontrados.
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