De... "CUDILLERO/CODILLERO …la memoria perdida"
Lo que los pixuatus celebramos este mediodía pertenece a ese rincón de la
conciencia donde se guardan -o se esconden- los sentimientos más potentes.
Cuando acudimos al Sable, esta mañana,
a pesar del aire de fiesta, inconscientemente estamos acudiendo a un reclamo
que se remonta a muchas generaciones, a través de la pelea de tantos… Desde la memoria del tiempo pasado, algo nos dice, que en ese momento
somos el último eslabón de una cadena que nos une a los que han sido, a lo que
hemos sido. Y, durante esa media hora mágica, el inconsciente colectivo, a
través de ese tiempo, será la comunión con quienes nos precedieron; y todos lo
sentiremos en el mismo lenguaje: en pixuatu... Eso es lo que celebramos.
No conozco, y no creo que exista, un solo
pixueto que no tenga una fibra sensible a esa invocación. Al final de esta
mañana: el día grande de San Pedro, patrón de pescadores, nos apretujaremos
expectantes en el Sable y cumpliremos
con la tradición. Uno de los nuestros se alzará en la popa del barco -presto a
la ocasión-, e irá desgranando versos, como si de largar un aparejo se tratase.
Habla esa tradición, cuyas raíces quizá se acercan al medio milenio, del regreso de los primeros indianos de la aventura de la Florida, en nuestro navío Espíritu Santo; dejándonos el ritual de saludo al Almirante… ¡Isa vela… amura vela… arría vela! Lo cual, no es difícil imaginar, que por San Pedro de 1569, inauguraran su iglesia, celebrando ese regreso con el pregón a Pedro, su otro Patrón.
Acontecimientos, que leyenda o realidad, serían muestra del apego tradicional de los pixuetos a esos mareaxis, que echan con su primer Patrón: son el cabo que une esa fibra especial de sus emociones, de sus recuerdos, con la mar. Es… su espíritu.
Ese día, los pixuetos de Madrid y aun más allá, en caso de ausencia insalvable: nos almorzábamos, esperando… el flash del Telediario para verla, siquiera, por un rincunín. Era aquella comunión de los pixuetos... estuvieran donde estuvieran: en realidad, se sentían en el Sable. Durante segundos o minutos, tendrían la sensación plena de su presencia ante la Ribera…, de estar conectados en algún modo, y de vivir ese espíritu de Cudillero. Lo sabíamos, lo sentíamos, irrepetible.
Después de todo el tiempo que alcanza esa tradición, el lenguaje de nuestro Pregón, como tantas hablas en la Historia: ya va desapareciendo, pero permanecerá en nosotros, mientras suene en la Ribera y sigamos en resistir la despoblación.
Fue ese espíritu, lo que diferenció Cudillero. Tan fuerte, que todavía reaparece los días como hoy. Ese, que conocí a bordo de un bote merlucero de mi familia y de hermoso nombre: el Arco Iris, cuando aquel Cudillero de los '60 -hoy, ya una vieja imagen sepia-, todavía, era el mundo...
Ni más, ni menos, que lo quiere decir
nuestro viejo aforismo: Volveremos con
el Patrón a la Ribera…
¡Mientras
Cudillero viva y dure la fuenti’l Cantu…!