Playa de Olio Hoy Facebook nos devuelve al escenario de la infancia pixueta en una imagen de Fernando del Castillo.. Justo en el ángulo de la derecha, al lado del pozo de la caldera, y con un "flotador" -compuesto por una cuerda con algo más de una docena de boyas de los "bulichis"-, era la moda 1953-54, aprendíamos a nadar quitando una cada día o, al menos, eso pretendíamos al empezar la temporada de baños. Bueno, como duraba todo el verano, luego teníamos que volverla a poner porque iban menguando -las boyas- peligrosamente, y tenías la sensación o la inseguridad de que no flotabas mucho. Cuando por fin te soltabas, entonces, sintiéndote ya mayor, o un campeón: ufano, te arriesgabas a ir sin boyas -o casi- al "caballo", que es la tercera piedra, un poco larga, empezando a contar por la izquierda, desde donde se trataba de alcanzar la "redonda", que es la segunda, y cuando lo conseguías, el desafío final era la primera, la "peñona", evidentemente la grande: por fin, ya sabías nadar. Hasta lo contarías en casa al volver a hora de la comida... Ahora, al pasar por el muelle nuevo y por un instante, todavía creo entrever corriendo, libres al viento y en plena adolescencia, a Mary Paz la de Lao, Gerardo el franxón, Suso el de la castrina, Joaquín morrillo, Jose el de Servia, Tano el de la Irunda, Luis el de Antonio y creo que hasta Marianín el de Rero o Rafa el de Dorita. Entonces, me embarga una emoción difusa, casi tristeza, que se parece más de lo que querría a la melancolía del relato final de Dublineses. Sí, la que luego evocó un tal Huston, en la noche del final de aquella peli: Los muertos.