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03 marzo, 2016



BARUCH y 7


Epilogo, pero no lo último...

Hoy, cuando la vieja Europa parece olvidar su 'Mundo de ayer'*, ya han transcurrido cerca de cinco milenios desde que las primeras civilizaciones del oriente mediterráneo comenzaron a enviar a sus navegantes a las costas de Almería en busca del mineral de cobre. Unos mil años más tarde, la cultura minoica (Creta) comienza a usar la primera escritura -lineal A-, no muy diferente a la egipcia, y, otro milenio después, se produce la entrada de Iberia en la Historia: Gadir o Cádiz, según parece, la ciudad más vieja de esta Europa. Es posible, que Spengler sí tuviera algo de razón: ese sol, que se ocultaba durante toda la antigüedad, tras las columnas del estrecho de Gadir, y, que ya no se ponía desde la Monarquía hispánica de Felipe II, finamente, acabará poniéndose para el ciclo cultural e histórico que Europa representó en el mundo.
En  esta serie de artículos hemos tratado de echar una mirada a las distintas tradiciones, que a lo largo de ese ciclo buscaron respuestas, y, hasta bien entrado el s. XX, hemos visto que -exceptuado Lucrecio, entre los grandes-, hasta llegar a las últimas formulaciones dualistas, ha prevalecido el animismo: el misterio del espíritu de las cosas -aquí, habría que decir de los entes o entidades, para distinguir de lo inerte, lo mineral- sobrevivió milenios; ese algo misterioso -ese alma- que insufla vida y que resulta distinto de la materia que se corrompe, hasta integrarse y desaparecer en el ciclo del eterno retorno.
Así, hemos visto las querellas entre las grandes religiones o concepciones dualistas (De materia y mente, como principios de diferente naturaleza)
Y aunque esas respuestas fueron sacralizadas -aun a costa de la inverosímil cantidad de vidas, relatada aquí-, en el mundo greco romano, en el primer medievo islámico o en el oriente asiático: la sospecha, o más aun, del principio único de realidad, no cejó, hasta acabar siendo una revelación luminosa. También hemos contado, como es en Europa, a partir del Renacimiento, donde se produce la ruptura con ese dualismo: desde Voltaire, Baruch o -en cierto modo- Huarte de San Juan, hasta Einstein, Dawkings, Bunge, Crick, o nuestro Bueno. Se rasga, así, la oscuridad, el embrujo del país de nunca jamás y se hace la luz: LA ILUSTRACIÓN. Después de todo, el mundo feérico, las hadas, la brujería o la superstición, no eran más que una pervivencia popular de las primeras formas del mito.
Ahora, para ir cerrando esta serie, tomaremos prestada la visión de J. Monod: "El progreso científico de los últimos cuatro siglos rompe esa relación dual del hombre con la totalidad del universo -la Naturaleza-, y con esa concepción milenaria de sí mismo, hasta producir ese mal del alma que es la angustia existencial, ante una soledad nueva. Desde entonces, la objetividad de la naturaleza o verdad del conocimiento, sólo pueden proceder de la confrontación sistemática entre la lógica y la experiencia, cuyos resultados -añadiríamos- no pueden ser diferentes para cada religión, cada tiempo o cada doxa".
Esa, necesaria, objetivación se expresa en la teoría del materialismo histórico, desde Hegel hasta los desarrollos marxistas, incluyendo el materialismo dialéctico, que exigen la interpretación tanto de la historia humana, como la del cosmos, con las mismas leyes. Gustavo Bueno busca cerrar, de ese modo, las distintas categorías del conocimiento, y Mario Bunge formular un monismo pluralista o varios niveles de organización de la realidad, toda ella material, desde el nivel físico, el químico, el biológico, el psíquico, el social e incluso, el tecnológico.
Pero en la práctica, esa concepción materialista, aun dialéctica, no cierra el problema de forma definitiva: Tantos milenios para que se afirme en el mundo de las ideas, que el conocimiento objetivo es la ÚNICA fuente de la VERDAD genuina, no acaban de resolver algo tan humano como la resistencia a la NECESARIA aceptación de separar las fuentes del CONOCIMIENTO de las de los VALORES (Los de nuestra ética subjetiva o los de...  aquel otro modelo cultural). De ese modo, la cuestión sigue en nuestras sociedades sin conciliar la teoría con la realidad: Las sociedades 'liberales' occidentales siguen enseñando, a pesar del exponencial desarrollo científico-técnico, una moralina judeo-cristiana, mezcla de progresismo cientificista con los valores naturales, y, todo ello, envuelto en utilitarismo pragmático; lo cual no hace más que mantener la pervivencia de la vieja alianza entre los valores morales o del espíritu y el mundo material o de la naturaleza. En el otro lado, las sociedades nominalmente 'marxistas', profesan, una especie de religión que se pretende dialéctica, pero que, en realidad, está presa de una rigidez dogmática, que sigue sin acabar de superar la confusión -dualista, en suma- entre la categoría de los valores (de una ética socialista) y la del conocimiento; lo que las aboca al reiterado fracaso histórico.
De modo, que no fue suficiente formular la intención de una 'praxis' que interactuase con el conocimiento; faltó la capacidad de esa interactuación entre la 'verdad objetiva, científica' y la 'teoría de los valores'; pues el 'conocimiento verdadero' ha de sostenerse, en último término, en postulados de 'orden ético' para alcanzar una ÉTICA DEL CONOCIMIENTO, única guía posible para la evolución humana, conciliando la doble naturaleza de la pertenencia al mundo material  y al de las ideas**; que permita enfrentarse a esa angustia que expresan el arte, la poesía o el amor humanos.

Y, por último: nombramos esta serie de pequeños artículos con el, original, de Spinoza; a modo de intencionado homenaje a una de las llamas más potentes entre las que encendieron la ilustración -en otras lenguas el término está mas cerca al de iluminación, o de iluminar-: Baruch, que se adelantó a ese fogonazo, con su concepción -de lo humano- alcanzó una rara coincidencia con la de la neurobiología moderna, al decir del Neurocientífico Antonio Damasio, Premio Príncipe de Asturias 2005, en Investigación Científica.
Spinoza, educado en español, a pesar de la emigración familiar -habría que decir, en realidad, exilio del primer nacional catolicismo español-, fue la Razón filosófica: sólo treinta y tantos años posterior a Descartes: es ya radicalmente moderno, de hecho, es el verdadero padre del racionalismo. Su obra*** sigue vigente, por completo, dirán hoy sus colegas Deleuze o Albiac. Sin embargo, en su tiempo, fue calificada como forjada en el infierno. Provocó el rechazo, tanto de judíos o católicos, como de calvinistas o luteranos.
Su propósito principal fue introducir la razón en la moral religiosa. En su ÉTICA, more geométrico -con la precisión abstracta de lineas, planos, etc.-, pretende sustituir los criterios morales -la ética subjetiva- por las 'necesarias' leyes que rigen el cosmos (Ni más, ni menos, que contábamos más arriba de Bueno o de Bunge). Lo que le convierte en el primer precedente de la ÉTICA DEL CONOCIMIENTO, al afirmar, en medio del s. XVII, frente al -más que peligroso- rigorismo religioso, que: los valores son creaciones humanas, por tanto, pueden ser arbitrarios. Y puesto que la Naturaleza -el mundo existente- está determinada por la necesidad (la causalidad, no los milagros o lo sobrenatural), entonces será expuesta en orden geométrico (el método científico, racional). Pero esa necesidad no requiere, no implica 'finalidad': Existe el 'principio eficiente' (causa, origen), mas no la 'causa final', o una finalidad... de que las cosas acontezcan para algo (Ahí radica su agnosticismo de hecho, su ruptura con lo que es sólo un juego de la imaginación). Consecuentemente se declara monista, esto es: no cree en la dualidad cuerpo-alma, después de todo, su determinismo, ante el problema del libre albedrío, no deja de ser muy diferente al de la idea actual de "condicionados, ante la libertad". Entiende, así, que debe de prevalecer la separación entre el orden religioso y el político, evitando, de ese modo, la injerencia religiosa; de lo que se sigue, además, la necesaria subordinación del orden religioso al político. De otro modo, concluye, viviríamos en estado de 'naturaleza', donde no existen, no se sancionan, el bien y el mal; es decir, no hay sociedad.

Su TRATADO y la ÉTICA exceden en mucho la realidad de este Blog, pero vale la pena dejar algunas de sus reflexiones: El anhelo -conatus- es lo que nos impele a la búsqueda de la claridad del sentido existencial, a actuar frente a la realidad de nuestra naturaleza, a mantenernos frente a la adversidad y frente a la muerte misma, a liberarnos de la oscuridad.
Para Baruch, la salud es la convicción y la gran suerte de estar vivos. La salvación -desde la plenitud de vivir- es asumir el destino y acomodase a la intuición -cierta- del deterioro físico, del daño mental y de la muerte. De ese modo, algunos individuos son capaces de la renuncia al relato escatológico, al más allá: No hay castigo, no hay recompensa, no se trata de complacer a no se sabe que 'entidad'. NO, se trata de actuar conforme a la Naturaleza, a nuestra naturaleza. Y esa es nuestra plenitud, la 'salus' o la felicidad posible. La libertad, entonces, estará en el poder de la mente  sobre el proceso que desencadena las emociones y los sentimientos, en asumir, así, la eternidad del Universo físico -la Naturaleza-, que no la perspectiva de la inmortalidad propia. El milagro que Baruch llamaba "amor intelectualis Dei", y que hoy llamaríamos AMOR RACIONAL A LA VIDA, a esa Naturaleza de la que formamos parte, es el milagro irrepetible de estar vivos.
El sentimiento cósmico -expresado por Einstein-, sería el entusiasmo por esa vida, ya que la razón nos hace conscientes de que sólo somos subjetividad individual en la soledad del misterio del Universo.


BARUCH FUE EXPULSADO  POR UN CHEREM, QUE LE REDUJO A LA SEPARACIÓN  DE SU COMUNIDAD JUDÍA Y AL OSTRACISMO CÍVIL EN HOLANDA.   ESPAÑA, LE IGNORÓ COMO PORTUGUÉS Y HEREJE, PERDIENDO AL PRIMER  CIENTÍFICO  Y RACIONALISTA MODERNO, MÁS QUE DESCARTES, GALILEO O HOBBES.
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*  Lugar común, y título del admirable  relato -ya citado- de Stefan Zweig, sobre el mundo europeo, entre el cenit imperial victoriano y el esplendor de la cultura centroeuropea, en que creció inmerso el mismo Zweig.

** El pobrecito escribidor resigna la dificultad de hallar otro lenguaje que exprese con más claridad tales aparentes galimatías.

*** Fundamenta la Filosofía moderna, superando con claridad al -más famoso- método cartesiano. Su matriz filosófica hace honor al 'more geométrico':
La Naturaleza está constituida por una sola Sustancia, la misma y de todas las cosas (Monismo. La moderna teoría de las cuerdas estaría completamente de acuerdo), divina e infinita: 'Deus sive Natura'. O el todo, la Naturaleza, es Dios (Superando, así, el dualismo cartesiano: mente/cosas materiales).

La Sustancia no es inerte. Baruch incorpora el movimiento (A diferencia de la Escolástica).

La infinita Sustancia (Tiene la piedad de llamarla Dios), tiene finitos modos (de ser), contenidos en su Atributo: Extensión. Los Atributos son infinitos.

Todos los Objetos físicos son los modos de ese Dios contenidos en el Atributo Extensión... de la misma manera que...
Todas las Ideas son los modos de ese Dios, contenidos en el Atributo Pensamiento.

Dios es la Naturaleza naturante (Creadora, productora)
Las  Cosas finitas Son Naturaleza naturada (Creada, producida)











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