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15 abril, 2016



EL SENTIMIENTO REPUBLICANO

 -Dedicado a Mafalda y las ilusionadas juventudes republicanas-

'Sentir' y 'sentimiento', en el DRAE y en otros diccionarios, aparecen con un recorrido semántico bastante largo, pues refieren a una de las actividades anímicas, quizá la más común, y de la que tomaríamos las dos notas básicas de su definición. Sentir: "Experimentar sensaciones"; y Sentimiento: "Impresiones que causan en el alma las cosas espirituales, (característica humana opuesta a la razón)". Profundizando sólo un poco más, hoy, la neurociencia añadiría que 'sentimiento' es la 'toma de conciencia' que sigue, inmediatamente, al desencadenamiento de nuestras emociones básicas -al nivel más físico- en los hechos de la vida cotidiana. En 'román paladino', los acontecimientos, primero, nos remueven 'las tripas' en una especie de respuesta refleja e inconsciente: las emociones. Después, ya somos conscientes de ese sentimiento de respuesta que puede ser miedo, afecto, ira, agresividad, etc. Cabría añadir que la primera parte del proceso es reflejo o, literalmente automático, y que la segunda, en la medida que aflora a la conciencia, o que está a tiro de la razón, es medianamente -aunque bastante difícil- negociable. Esto es lo que hay, por ahora.
Ese -así definido- sentimiento, hoy en día, en la esfera de lo político, parece estar sufriendo un desborde, una inundación popular: En la última década, y a lomos de la última y tremenda crisis social, consecuencia de la económica y de empleo, hemos visto cómo crecía la presencia en la calle -en manifestaciones y todo tipo de contubernios- de la 'Tricolor' como expresión de tal sentimiento. Mi generación se la iba pasando -en medio de la bulla- a las siguientes. Esa generación que había renunciado -con dolor- a 'su' bandera, ahora la veía aparecer medio de tapadillo, entre alharacas, antisistemas y antiguos anarcos o troskos. Sí, y también entre viejos, no sé, si conmilitones o comunistones irrendentos, que tan viejos o más que yo, pareciera que cien años de historia no habían pasado por ellos: seguían queriendo 'ejecutar' una revolución de los 'Soviets'. Y tampoco les iba a importar si la muchachada le ponía música caribeña o venezolana.
Pero las cosas, los avatares humanos, nunca son así de sencillos. Porque los últimos cuarenta años, en puridad, no sólo han sido una monarquía constitucional, sino el periodo de crecimiento material -y en todos los sentidos, habría que añadir- más largo y fecundo de nuestros últimos cientos de años de historia. Y ¡Qué coño! además, en el fondo, lo que hemos sido es una 'República coronada'. ¡Ah! que con tantas urgencias de dulce moqueta, estos chicos: politólogos, indignados o yo qué sé, no se habían enterado... Pues, en esos cuarenta años, descubrimos que manteniendo algo parecido al consenso, los españolitos -a pesar de un atraso ya histórico-, conseguíamos eficiencias diversas, nada diferentes de nuestros famosos países de referencia en Europa. Nos instalamos -casi- en una especie de Ínsula Barataria, pero sin ensueño... y esta vez real. Pero a la contra del buen Sancho, la costumbre de la miseria histórica nos había dejado la impaciencia crónica: los nietos más perjudicados de aquel abuelo carcamal y tirano, se agarraban demasiado tiempo a la poltrona, al decir de los otro nietos más legítimos. Y así, el antes desconocido consenso se fue evaporando por las tentaciones nuevas del poder, a que unos estaban sometidos; y por la urgencias -que trae el alejamiento de ese poder- de los otros. Lo que hay que reconocer, liquidado tal consenso -y no queremos mentar el gran desengaño de José Mari Áznar en el 93-, es que, en realidad, más que al viejo 'Turno' a lo que nos acercamos ahora, es a la normalidad europea, donde se cuecen no pocas habas...
Excurso, este, que debería servir para que la alegre muchachada -bueno, el Monerdero se ponga las pintas que se ponga, es casi de mi quinta- recordara aquí la cosecha de calabazas que recibió de los chicos de Felipe, que no se fiaron de él, del Monedero digo, a pesar de la versatilidad -ya entonces- de sus principios 'grouchomarxianos': o sea, le vale lo mismo 'dentro' que 'fuera'... del  'Sistema', o de la OTAN, claro. "Pero hoy como entonces sigue sin valer todo". Lo que, al final del excurso, nos lleva al asunto que de verdad importa: su odiado 'Régimen del 78'. lo que es, en realidad, es republicano; un poquito más o menos coronado, pero republicano: La legislación entera, la división de poderes, la práctica política, las elecciones periódicas, las libertades, etc: no son diferentes, en todo lo sustancial de las Repúblicas europeas de nuestro famoso entorno. Asi que, no es ahí donde está la diferencia, no. Lo diferente fue nuestra historia, el mundo espiritual, la miseria moral y material, la incuria, el fanatismo y... su consecuencia: la quijada de Caín, tan a mano. No es que lo hayamos inventado todo, solitos; los otros europeos, de vez en cuando, llevan lo suyo; pero es que nuestra historia... pues como dijo Gil de Viedma:

DE TODAS LAS HISTORIAS DE LA HISTORIA
SIN DUDA LA MÁS TRISTE ES LA DE ESPAÑA,
PORQUE TERMINA MAL...
(Sí, ya lo hemos contado aquí, pero no nos cansaremos...)

De manera que vendidos, o no, no son estos propagandistas lo que nos hace falta, no. Su conseja es demasiado vieja, la hemos oído tantas veces... El régimen envejeció como lo hace todo en la vida, pero lo que más necesita, sobre todo, es que no le caiga encima una plaga de sanguijuelas o parásitos, que con los procedimientos soviéticos, anarcos, troskistas o mágico-caribeños acabaría dejándole tan en 'puribus' como a las pobres gentes que padecen* al tan insensato inMaduro. Qué error país tan tremendo, el que señalaba Gil de Viezma, para que visto lo acontecido en este país en el último siglo, semejantes orates conciten el apoyo de algún millón de ciudadanos, algún catedrático incluido... debe de ser el mismo país donde algún Rufián de rancio -que no bueno- abolengo español, apoya, sin melindre público, construir Cataluña, con españoles, contra España...
 ¿EL PAÍS DEL ¡VIVAN LAS CAENAS!, DEL TIRO EN EL PIE... ?

No: definitivamente, no se trata de la fiesta de la banderita o de una especie de folía o feria callejera. No es posible ignorar que salvo el añadido -coronado- simbólico, que en todo caso, lo que debe aportar es más estabilidad que lo contrario, nuestra constitución es al menos tan republicana como la que más. Esa no es, pues, la cuestión. Que sí lo es el tremendo, cuando no frívolo, desconocimiento de nuestra historia republicana. ¿Conocen los de la banderita, esa más que dramática historia republicana y lo que representó en el último siglo y medio?
Dejando a un lado la erudición foránea de los hispanistas -además, excesiva para este espacio-, una somera mirada a las obras-testimonio de Arturo Barea o Max Aub, entre tantos otros, debería acercar a tanto ingenuo la realidad, las tripas, las miserias, de la segunda República. Allá los franquistas con su memoria y su conciencia, pero los que se reclamen republicanos, no pueden no saber lo que ocurrió en los intestinos del bando republicano, desde la guerras civiles dentro del propio bando, con Maurín y su POUM en Barcelona en el 37, o con Coronel Casado en Madrid en el último mes de la Guerra: las traiciones, el fuego amigo, las insidias, las delaciones que tan claro contó Barea, y... finalmente, el horror indescriptible, pero relatado por Max Aub, de los 'últimos días', intentando salir , pero atrapados en el puerto de Alicante. Es menester conocer -entre otros- ese dobladillo del alma de nuestra historia republicana, antes de confundirla con ir a la fiesta de las banderitas, en cualquier calle de esta España que ya no tiene nada que ver... salvo el interés de 'algunos'... 
PORQUE DESCONOCER LA PROPIA HISTORIA, ES ESTAR CONDENADOS A REPETIRLA...



* Tras su prédica, tales 'neorepublicanos', en realidad, ocultan que en su modelo chavista no hay división de poderes: el ejecutivo, el Gobierno, invade al poder legislativo, anulando al Parlamento. No se respetan las libertades: se encarcela alegremente a la oposición o se enajenan los medios de comunicación. Y no hay libertad de elección: el Gobierno quita o pone a su antojo a los representantes electos. En realidad, nuestros aprendices de brujos evitan condenar tales prácticas, porque en el fondo son su modelo, su proyecto para alcanzar la hegemonía ¿gramsciana?, cosa que nunca negaron.

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