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30 septiembre, 2015



LOS DEL PRIMERO DERECHA... (1)



... Porque les da la gana, deciden que no pintan la fachada o que no pagan la luz. Tal que si fueran catalanes. Lo cual abre una discusión envenenada: quién puede o quién está legitimado para tomar qué decisiones. Los enfretamientostos bíblicos de Caín o de Esaú, después de todo, no fueron más que mitos con los que la humanidad fue aprendiendo a codificar los conflictos, que siempre lo son, por la decisión de quién tiene más o mejor primogenitura, es decir: "derecho". Eso de codificar los conflictos, pues, quiere decir: establecer reglas y guardar la quijada o el plato de lentejas. Y desde aquellos primeros tiempos del neolítico, en realidad, la pelea, de lo que trata es de qué, cómo, cuándo, cuánto y, sobre todo, quién pone las reglas. Como aquí y ahora entre la Rauxa y el Seny. O sea en Cataluña. En las facultades de Derecho se encargan del asunto, pero como en el corazón mismo de 'la dialéctica', siempre tenemos un pie, al menos, en arenas movedizas. La realidad, la sociedad, siempre van ese pie por delante del legislador. Y así que pasa una generación, lo acordado -lo pactado y rubricado- vuelve a ponerse en cuestión: Caín o Esaú, no han muerto. La querella por el derecho a decidir sigue y seguirá viva.
La de ahora, parece ser, lo es por el tamaño. Opina el sabio Innerarity que las comunidades entre uno y diez millones de paisanos tendrían (buen tamaño para la...) gobernanza, es decir, algo así como una buena administración de proximidad. Y siendo consecuente, Daniel, acaba de presentarse -si quiera testimonialmente- en la lista de la Usúe de Navarra. ¡Mira que tengo admirado al Innerarity! Jo... que un tipo con fama de poder dictar un libro, de un tirón y sin correcciones, acabe de cierre en la lista electoral de los 'berzas'... Me parece para parafrasear al mismísimo Trillo.
Pero ocurre, que para un listo, otro: este Blog abría el año con una tira 'in memoriam' del tío Ulrich, previniéndonos ante "la sociedad del riesgo" y que -a pesar de ser un texto que ya tiene treinta años- considera que los verdaderos desafíos vienen del exceso de pericias tecnológicas, químicas y hasta farmacológicas. Excesos capaces de poner en riesgo nuestra seguridad, tanto individual como colectiva. El peligro está en el viento, que diría, hoy, Dylan. Y las consecuencias colaterales latentes, por ejemplo, en el "DESCONOCIDO" TTIP -Tratado de Libre Comercio, entre Norteamérica y la Unión Europea- pueden hacer que un inofensivo vaso de agua -¡O de vino!- se conviertan en un peligro inadvertido. Ese tratado si es un riesgo para sociedad europea: no controlamos quiénes tienen la pericia; lo que creará una nueva dependencia de esta sociedad: los afectados ya no serán competentes, ni bien informados, en las cuestiones vitales, y necesitaremos una 'mediación': por la que dependeremos del conocimiento ajeno. Esa relación con las 'cosas de la vida' o con el DDT, es la característica de "la sociedad del riesgo".
Así que, en la UNIÓN EUROPEA -el TTIP-, esa es hoy la cuestión del derecho a decidir.
Mañana hablaremos del derecho a decidir de los Fernández o de los Baños, que quieren cambiar de casa, o, no entendemos, si lo que quieren es pintar la escalera del primero derecha ¿O era izquierda?

14 septiembre, 2015



ASTURIAS...


...lo astur y los astures.
-Carta a un amigo-

Amigo Josu -espero que de algo más que de 'facebook-: Hace algunos días replicabas a mi artículo 'CATALUÑA 2' -que estimabas denso y retórico- citando un auténtico memorial de agravios, perpetrado en los últimos años, contra nuestra 'media lengua' vernácula o materna. 
Ya imagino: ¿Qué es eso de 'media lengua? Pues... la realidad. Cuando la sociedad o los políticos necesitan normalizar una lengua, es que no está normal. Que su situación y uso no son normales. Y en este, como en muchos otros casos, la situación viene de siglos. Nada anormal. una lengua, que es algo vivo, evoluciona -cambia- hasta hacerse inentendible en... unos 6000 años. Y el estado de la nuestra es el correspondiente al de un grupo social alejado de la 'centralidad' y del peso políticos, hace ya más de un milenio. Una lengua, claro, podría sobrevivir sin esas circunstancias, lo que, de hecho, es algo común; pero el problema de la nuestra es que las otras circunstancias tampoco han ayudado. Aquí, no debería tener que afirmar mi amor por el terruño, pero lo hay; lo que sucede es que hay amores ciegos y amores críticos, y mezcla. El mío, evolucionado con la vida, a ti, seguramente te parecerá bastante crítico. Y, aunque es un sentimiento construido de emociones, más que nada, trataré de hacer entender su lado crítico.

Cuando creció mi generación, este país se preparaba para dejar al espadón atrás. De hecho, todavía recuerdo una banderina, azul y cruz amarilla, adquirida quién sabe como, que colgamos en el balcón de mi casa el día de San Pedro, un año o dos antes de morir el espadón aquel. Excuso decirte que -aparte el Ayuntamiento, si no lo olvidaban- era una novedad absolutamente desconocida por nuestros lares. Claro, que no tenía mérito alguno, en las 'manis' de la capital del reino, donde nos curtíamos con lo de: "amnistía, libertad y estatuto(s) de autonomía", ya nos comenzaba a mosquear la profusión de senyeras e ikurriñas. Y claro, todos teníamos abuela, o sea, terruño. Y ese fue uno de los primeros errores de perspectiva: no nos dimos cuenta de que el territorio vasco y el catalán habían sido las niñas de los ojos del régimen aquel. Mucho sacar pecho contra los separatismos, pero a la hora de la verdad coparon los presupuestos para infraestructuras y la inversión que creaba puestos de trabajo. Y ese sí que era un poder fáctico. Así que toda la carrera en pos de las señas de identidad, o de su reconocimiento, fue en balde, o peor: un coste de oportunidad negativo. Tenían la posición ganada y no la iban a abandonar.

Una mirada calma a la historia nos diría que: Desde el siglo X, cuando el rey Magno decidió sentar sus reales al 'otro lado' del monte, -en el sitio estratégico de los astures- donde la vieja Lancia, a la vera del Porma y el Esla, volvía a ser capital para llevar la conquista, esta vez, al sur.
Este excurso, más allá de Pajares, viene a cuento porque el viejo terruño de los astures, llegó bastante más allá: hasta Coca en tierras de Zoelas de Segovia o portuguesas de Miranda do Douro (Donde el bable, o astur-leonés, es la segunda lengua oficial del estado portugués).Incluso, el sustrato liguístico bable, alcanza Cáceres, y dicen malas lenguas que, 'ruta de la plata' adelante, también a algún lugar de Badajoz. Pero eso eran los astures cismontanos; los trasmontanos, los actuales asturianos, sólo somos la Asturias de Oviedo, las otras: la Asturias de Ribadeo, la de Santillana e incluso la Vizcaina, que de todas hubo, se las llevó la historia, con la capitalidad, al reino de León*, que los cazurros, suyos son. En todo ese reino y en el siglo XI   se hablaba en fala -se excuse el pleonasmo-, o seguramente en falas. Ello así, porque fatalmente -para nuestro asunto- la hegemonía política fue a parar al rebelde Conde de Castilla, Fernando I. Tras la batalla de Tamarón (1037) se convierte en Rey de Castilla y León. Esa hegemonía es la que da el papel de centralidad, de intercambio, que decíamos el otro día, al español. Y en el siglo XIII de Alfonso X el sabio es, finalmente, la lengua dominante en la península, para acabar siéndolo de los territorios de la Monarquía Hipánica.
Y triste: la fala, el astur-leonés, el bable, el mirandés o el payuezu; quedaron relegados al papel de lenguas vernáculas, coexistiendo con el español. Triste porque no dejaron de retroceder en el territorio y finalmente acabaron en un engendro híbrido del castellano. Eso es lo que se hablaba a la altura de mi generación. Y, además, con la connotación peyorativa de lenguaje de aldeanos. La proximidad formal, románica, de ambas lenguas, en definitiva, no dejó de favorecer a la lengua del poder, y, eso es algo que ninguna política de normalización lingüística podrá revertir. Aquella vieja paso por Irlanda hace ya siglos, pero no volverá. Es la Historia. (Aquí sí, con mayúscula).

Lo que cuenta es que, al final, entre nacionalidades y regiones, nos acabaron por dar gato por liebre: la Asturias trasmontana quedó más incomunicada que refugiada, tras el Pajares. En realidad, después del premio -simbólico- de consolación de "el Principado", durmió una larga decadencia rural, en la que la iniciativa era marchar de adolescente a hacer las Américas, y, durante la que nos quitó la fame el retorno de unos cuantos patacones, pero sobre todo de los frijoles/fabas, las patatas/indianas, que aún las llamaba mi güela, el maíz o el tomate. Jovellanos lo intentó, pero hasta el carbón y su secuela siderúrgica, no se inicia 'el despegue'. Aunque no era petroleo, y era poco y malo. De todos modos, entre la primera gran Guerra y los sesenta, la "provincia" figuró notablemente en el P.I.B. o la "per cápita", pero no nos engañemos fue flor de un día. 
Entonces comienza una historia, con lógica difusa, entre lo casual y lo causal: Solís, 'la sonrisa del régimen', negociaba a cara de hiena en las cuencas mineras: "carbón, más carbón", no se podía parar la máquina, que tanto había costado poner en marcha en los 50. Hombre, ya puestos, una factoría siderúrgica, por aquí, otra por Gijón; eso sí, el Ministerio -de Industria, por supuesto-, aquel de ministros con apellidos endiablados, deja los laminados, o los redondos, con valor añadido, en Sestao o, por ahí, cerca de las Arenas. Aun así, Avilés era un regocijo -donde Luz Casal fue una muchacha de aquel tiempo, antes de ser gallega-, y al que invadieron los coreanos, es un decir; por si fuera poco, producíamos electricidad y aluminio por un tubo, y lámina de cristal, y barcos, y... pero algo ¿Casualmente? falló. Todo lo anterior, que no era poco, no fue suficiente para detener la entrada en barrena económica y demográfica de la, ahora, comunidad.
¿Causalmente? Puede tener que ver, que esa economía con todos esos fundamentos, tuviera un talón de Aquiles, o dos: como una carencia crónica de comunicaciones, o una gravísima falta de peso, en ese ministerio de ministros con apellidos tan impronunciables. Vervigracia: si extendemos la Siderurgia de Avilés hasta Gijón y no la limitamos, alcanzará una masa crítica por encima de 10 millones de Tdas. de acero anuales, que arrastrará imparable el desarrollo de otras áreas carentes en el entorno, industria auxiliar, montajes, etc. Pero si la malcomunicamos, sólo un poco, pues... podría ocurrir que allá por el año 68, algún von Krupp cualquiera, ante la perspectiva de bajar Pajares en coche y con la niebla típica de la estación, desistiese de tal viaje y ordenara la venta de su parte. Además, el alemán, conocía el estorbo del proyecto 'genial' de Siderurgia  de Altos Hornos de Vizcaya, entre naranjos valencianos. El colofón, siempre en el filo de esa raya difusa, entre lo casual y lo causal, es que ante tal densidad energética e industrial, la burguesía, el poder, los políticos o el capital asturiano, no supieron, no tuvieron la lucidez o la capacidad de asegurar alguna de las piezas básicas del puzzle: las comunicaciones con la meseta llegaron más que tarde y mal; ni energía nuclear, ni refinerías; a pesar del exceso y la proximidad todos los insumos, ni una fábrica de vespinos o de furgonetas 2cv, nada; retener y potenciar la industria transformadora, menos. Si somos capaces de un superpuerto en Gijón: desbarajuste, y, además, uno en Bilbao y otro en la Coruña, no vaya a ser. No puede dejar de recordarme el fatalismo fácil de aquella novela colombiana ¿O era crónica?

Ahora, Asturias, es una Cominidad casí irrelevante en el sistema de poder actual. No cuenta. La "densa" historia -amigo Josu- que acabo de relatar, finaliza, por ahora, con el dato del peso de su población en el conjunto de España: a mediados del XIX, a pesar de la masiva emigración americana, era aproximadamente del 4%; pasado mediados el siglo XX, en el momento de su máximo peso industrial y energético, todavía era del 3,5% de la población, y mayor en la economía; ahora está bajando, acercándose al 2% en la población y por debajo de la media en el P.I.B.**

Comprendo que aquella banderina en el balcón de mi casa, todavía no ha perdido su carga simbólica, y continuará muchísimo tiempo en el imaginario colectivo. Comprendo que a un asturiano determinado, y aun a muchos, les resulte intolerable que desde la "Xunta Xeneral del Principáu", desde la Universidad de Asturias, desde Ayuntamientos o desde otras instituciones, se muestre tal 'intolerancia' -y, añadiría, desprecio- a la lengua de  nuestro mayores. Pero Asturias no será  bilingue y mucho menos trilingue; es un pequeñísimo territorio dentro de una UE, que, a su vez, corre también algún riesgo de irrelevancia en este planeta lleno de Chinos e Indios; quizá, antes de llegar a mediados de siglo. No, como mucho, los rapacinos aprenderán en la escuela los fundamentos del Bable, un buen inglés básico y 'español' vehicular, como es debido. 
La costumbre, desde el otro lado del Pajares, le hace a uno ver más de cerca ese mundo -cosmopolita, lo llaman- y también, reconocer esa historia de la pérdida de centralidad, de poder; o, incluso, que por muy asturiano que uno se sienta (Todavía, hasta masticar lo de 'coger la flor', por bajinis, cada vez que pasa la raya de Pajares, o ahora del Huerna), lo mejor que podemos hacer los astures es aceptar la realidad, la de aquí, ahora. (Que los gallegos sigan corriendo tras vascos y catalanes)
Asin ye, guaje.





*  Algún cronista y en algún tiempo lo llamó Reino de Asturias y León, Pero acabó siendo el Reino de León. El joven león rampante, acabó desplazando a la vieja raíz sánscrita "Sthura": Ancho, como el rio Esla de los Astures.
** Añadir, que tu pueblo en los últimos cien años pasó del 2% de la población de Asturias al 0,5%. No tuvimos más remedio que irnos. Y, algunos, menos mal que no tuvimos que aprender otra lengua para que nos dejaran ganarnos la vida, o para ser aceptados, malamente.


















        


06 septiembre, 2015



CATALUÑA... (2)

...Escucha:

Se quiéra no... la cuestión catalana se encamina a cerrar un ciclo en estado de máxima inestabilidad. Las encuestas acaban por dejar a la vista lo que el intento plebiscitario -huida hacia adelante- no pone de manifiesto. La insolvencia se hace cada vez más patente, y conspicuos representantes de Fomento del Trabajo Nacional (la Patronal catalana) hablan abiertamente del desastre de las cuentas de la Generalidad, por otra parte, cubierto o avalado por el Estado español; en unos términos que explicarían la negativa nacionalista a aceptar un Estatut con prerrogativas económicas por debajo  de los conciertos vasco y navarro. Pero esa es una cuestión insoportable a medio plazo en términos hacendísticos. Amén, de una anomalía a suprimir en la Unión Europea: de manera que la verdadera cuestión de fondo, la otra, la lisgüística, tiene  un lado más instrumental, como veremos.

Ciertamente esa comunidad tiene personalidad histórica y cultural propia, pero esa es una historia común -en mayor o menor grado- al resto  de la península. Cumple recordar al respecto que, si en el medievo ya estuvo sujeta a una lógica histórica centrípeta, que podía responder a los equilibrios de poder (contra) de las naciones que emergían en Europa, en la actualidad esa lógica ha cambiado de signo (con). Los 'jurídicos' nacionalistas no pueden no saber que el TRATADO DE LA UNIÓN EUROPEA dice en su Artículo nº4, aptdo 2, taxativamente: "La Unión... respetará las funciones esenciales del Estado, ESPECIALMENTE LAS QUE TIENEN POR OBJETO GARANTIZAR LA UNIDAD TERRITORIAL...", que traducido al catalán, u otra cualquiera de las lenguas de los 28 estados miembros, quiere decir exactamente, y nada más que, lo que dice.

Las dos evidencias citadas se relacionan, con seguridad,  con la tendencia creciente -en las políticas nacionalistas- de rasgos totalitarios tan bien explicada por H. Arendt en Los Orígenes del Totalitarismo: "...transformar a las clases en masas -de apoyo acrítico a un proyecto nacionalista-; el uso -crecientemente exclusivo- de los medios de Comunicación y la búsqueda de aislamiento, ...la división social entre quienes piensan que todo lo pueden, y aquellos para los que la impotencia de actuar sobre su realidad es la experiencia habitual de sus vidas".

La persistencia en las encuestas de determinadas tendencias,  revela una realidad política compleja en Cataluña: la del nacionalismo radical que a pesar de la conyuntura de crisis económica no consigue romper el techo permanente, por debajo 30%; la españolista, que no quiere cambios para las competencias actuales, y sí, ha mermado hasta el 17%; y, la que rompería la estrategia plebiscitaria nacionalista, la tercera vía, que se acerca al 50%, si bien, con algún tipo blindaje de competencias o pacto federal. Esas tres tendencias constituyen un verdadero rompeolas del mar de fondo y, a la vez mito, de la sociología catalana: la relación clásica entre un pueblo, una lengua y una patria. Pero fatalmente, esa esa relación no se cumple, tal cual, en el presente caso, al cometer el nacionalismo una especie de inexcusable sinécdoque: pretendiendo confundirse a sí mismo con toda Cataluña, y aún más, con el ensueño de los Països catalans.
Pero la Demografia sigue siendo testaruda, estropeando por igual una buena noticia o el mejor intencionado propósito político: dos generaciones después de que los Álvarez-Fernandez-Martinez-Rodriguez, llegasen a casi el 50% de toda la población de la -entonces- Región catalana, por fin, los residentes nacidos en la comunidad ya son algo más de 4,5 millones; pero los residentes nacidos en el resto de España siguen siendo 1,7 millones; los residentes no españoles 1,2 millones; y no se puede olvidar que más de 1 millón de entre los 4,5 SÍ nacidos en Cataluña, son de origen "español", es decir, no llevan apellidos catalanes.
Es posible, solo posible, que ello explique la resistencia a votar de casi la mitad de ese 80% largo de los encuestados que se manifiestan tan catalanes como españoles. Y también es posible que traiga causa de cierto complejo de agradecimiento por la acogida,  o de resignación a la 'prevalencia de los de aquí', es decir, de la realidad socialmente dominante- como nos contó Marsé-; de la burguesía catalana sobre los Pijoaparte.
No parece acertada, por tanto, la idea de interpretar la pasividad de sectores del electorado, opuesto al secesionismo, sólo porque crean -equivocadamente- expresar así su acuerdo con el régimen autonómico. No, no es eso. De lo que se trata es,  exactamente, de la línea de fuerza principal de ese sistema nacionalista: la llamada inmersión lingüística, de ese enorme grupo de la población que, en realidad, lo que constituye es un genocidio lingüístico, sin precedentes entre las naciones civilizadas, o de las otras. (Inmersión es introducir en el ámbito del conocimiento de una lengua, y genocidio la eliminación de un grupo social o nacionalidad. No parece que la intención continuada del nacionalismo haya sido andarse con eufemismos, sino la eliminación del español como lengua materna de la más de la mitad de la población, por una minoria  socialmente dominante)
La necesidad de implementar tan masivamente población emigrante, chirriaba -y aún lo hace- con mantener las formas sociales de la burguesía catalana: Pijoaparte estaba muy bueno, era un caramelito para la burguesita Teresa-Mutti, pero podría acabar en un incordio y, lo mejor, "después", era la burguesita a sus lingüismos y el charnego a su barrio a robar motos. (Cuando Masé perfila ese charnego, no comete desatino, en realidad, está retratando una forma, una dificultad muy frecuente, para conseguir participar, de una sociedad a la que tanto aportaron. Y, sí, así los llamaban en Cataluña, a pesar  de -o precisamente por- las Teresas).
Así ello, lo que hemos llamado genocidio lingüístico, resulta la clave de bóveda de toda la estrategia política del nacionalismo catalán: no se trata de defender a la lengua propia ante una de las tres lenguas de futuro del planeta; no, de lo que se trata es de erradicar ladinamente el español, en Cataluña, en procura del postulado de la sociolingüistica: "la estructura de una lengua condiciona el desarrollo de la cultura y está influye en la percepción y en el modo de situarse ante la realidad, la identitaria y, por tanto, la política". Esa es la clave de la estrategia para cambiar el 'más del 80%' de ciudadanos que se sienten catalanes a la vez que españoles, a pesar de la ingenua no respuesta del estado central con las políticas educativas o con el control creciente de los 'medios'. Es la estrategia de la tentación de apoyarse en el medio millón de nous catalans marroquíes, y más de otros orígenes. Es la estrategia, a pesar esa mitad poco propicia a votar, pero que siguen sintiéndose tan  catalanes como españoles.
Esa estrategia es la respuesta, el esfuerzo, de décadas de nacionalismo a destajo, de vale todo, de no importar los medios: a pesar de Banca Catalana, la manipulación de TV3,  la corrupción representada en la familia Pujol, del 3%, de la obligada salida de la Unón Europea o de miles de empresas del tejido empresarial catalán; pues a pesar de todo ello, el nacionalismo persistirá en el empeño ¿O será, más bien, una nacionalitis neurótica y obsesiva?
Parece que, realmente, la persistencia de ese 'más del 80%', les hace temer que pasada la ventana de oportunidad de la larga crisis, se alejará cada vez más la soñada independencia, o que esa actitud entre ofendida y displicente con los 'castellanos', de una parte de sus gentes, se vuelva más realista.
Probablemente, algún día, en Cataluña, alguien reflexione sobre el hecho de que en su idealizada Francia, si se rotulan los topónimos en lengua local, se hace en segundo lugar y en tamaño menor, evitando confusiones entre el francés y el alsaciano, bretón, vasco, franco-provenzal, occitano, gascón, corso, catalán o neerlandes, O sobre el hecho de que, los padres que quieran, puedan llevar a sus hijos a las ikastolas, al colegio alemán o al español, pero sin ningún tipo de subvención estatal; de hecho, TODOS lo centros donde se estudia catalán en Francia están subvencionados por... la Cataluña española. Ello explica más que bien, porque, en primer lugar Francia, y, en compañía de otros interesados, nunca aceptará el principio de secesión en una realidad, cuya naturaleza, intención y nombre es la UNIÓN EUROPEA.

Jonh Elliot y Joseph Pérez, seguramente los máximos especialistas en el XVII español, han dejado meridianamente claro que a la altura de 1641, España y Francia se jugaban la última mano de la partida y que, aún en desventaja, la vieja monarquía hispánica todavía tenía la posibilidad de jaque: el tablero -o Jonh Elliot- nos dice que con Castilla exhausta y despoblándose: "la Unión de Armas", a sostener de forma alícuota entre los distintos reinos de Hispania, era la conditio sine qua non, para ganar la mano. Castilla no fue sostenida, Cataluña se puso bajo la soberanía de Luis XIII, y los catalanes acabaron por sostener, con las tropas y dineros que negaron a su Rey... a un monarca extranjero. Los franceses entendieron, y supieron modernizar su país hasta llenarse la boca de Grandeur; aquí, incapaces de dejar la taifa: ni capital industrial-comercial en Barcelona, ni capital marítima en Lisboa, ni gaitas gallegas: decadencia y enfrentamiento, o guerra civil, continuados.
Así que las historias de Pau Claris, o de 'los segadores' del Corpus de Sangre son mitologemas, Como el del Conseller en Cap Casanova,  que aquel 11 de Septiembre luchaba -en la realidad- por  coronar al Archiduque de Austria como Carlos III, rey de España. Luchó, no se olvide, en un bando español, como lo eran Don Juan Prim, los republicanos catalanes Don Estanislao Figueras y Don Francisco Pi i Margall, o los del 36.
En realidad, quienes insistieron en reclamar que el Principado se convirtiera en República catalana, fueron los embajadores del antiguo pretendiente, que -ya convertido en Emperador de Austria- desistió de la lucha por la corona de España. En castellano: que dejó tirados a los los austracistas, catalanes o castellanos.
Como nos recuerda Juan Aranzadi, en "el Milenarismo vasco", para el relativismo cultural de los posmodernos y patriotas varios, no hay Historia -con mayúscula-, hay historias, y cada uno se monta la suya como más le conviene, o más le gusta.

Todo el largo y prolijo exordio viene a cuento de dejar claro que, la manipulación histórica, mediática y educativa a la que está sometida esa comunidad, desde hace décadas, no ha llegado a quebrar la autopercepción de ese 'más del 80%' de ser, o sentirse, tan catalanes como españoles. No ha servido violentar los principios más clásicos de la democracia -isonomía, isegoría e isocraciai-: hoy en Cataluña no hay, de facto, iguales leyes para todos, no sobre la realidad lingüística; ni igualdad de participación, como muy bien atestigua esa gran minoría que, se sabe -desmotivada arteramente- , por qué no participa; y  tampoco isocracia o gobierno de los iguales, pues , de facto, una parte -como si fuesen metecos- no participa.

Por último, el gran engaño de la lengua de los castellanos: EL CASTELLANO. Pues no: EL ESPAÑOL. Sí, la lengua de todos los españoles. Tan claro como lo ven los lingüistas Don Emilio Alarcos o Don Angel López García: allá por el primer milenio, cuando la Reconquista, en tiempos de Berceo, y, entre monasterios de Suso y Yuso, necesitaron un pigdin -una especie de 'inglés en mil palabras'- para entenderse con los vascones que entraban en España -al sur-,  a conquistar en aquella tierra, entonces sin nombre. El sesquilingüismo que practicaban los galaicos, astur-leoneses, navarro-aragoneses o catalanes servía como lengua de frontera, todos la entendían, pero era inasequible a los vascones, motivando la aparición del 'pigdin', del 'español en mil palabras', que desde la llanada burgalesa y del alto Ebro irradió su uso por toda la península, incluyendo judios, mozárabes llegados del sur o europeos traspirinaicos. Era la lengua de los desarraigados, de todos, y no era de nadie; por eso no pudo haber sido impuesta, por eso la usaban los aragoneses, a pesar de que, Zaragoza tardó un siglo en ser conquistada, mientras el Rey de Castilla seguía siendo aliado del Moro. Por qué iban a dejar de hablar los aragoneses la FALA DE TODOS LOS ESPAÑOLES: EL ESPAÑOL.

                                                        Escucha Cataluña a un hermano
                                                        que te habla en lengua: sí, española.
                                                        Lengua de entendimiento y de frontera,
                                                        vieja  lengua de nadie y de todos,
                                                        de recuerdos y glorias, ya olvidadas.
                                                        Lengua de futuro y de cien pueblos
                                                        que mil memorias más ha de guardar,
                                                        Mira a tu alrededor y... oye mi voz:
                                                        el rumor común de los desarraigados
                                                        ¿la has -por ventura- desaprendido?
                                                        Pues, parafraseando a Maragall, Joan:
                                                              ¡ESCUCHA, CATALUÑA!