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14 septiembre, 2015



ASTURIAS...


...lo astur y los astures.
-Carta a un amigo-


Amigo Josu -espero que de algo más que de 'facebook-: Hace algunos días replicabas a mi artículo 'CATALUÑA 2' -que estimabas denso y retórico- citando un auténtico memorial de agravios, perpetrado en los últimos años, contra nuestra 'media lengua' vernácula o materna. 
Ya imagino: ¿Qué es eso de 'media lengua? Pues... la realidad. Cuando la sociedad o los políticos necesitan normalizar una lengua, es que no está normal. Que su situación y uso no son normales. Y en este, como en muchos otros casos, la situación viene de siglos. Nada anormal. una lengua, que es algo vivo, evoluciona -cambia- hasta hacerse inentendible en... unos 6000 años. Y el estado de la nuestra es el correspondiente al de un grupo social alejado de la 'centralidad' y del peso políticos, hace ya más de un milenio. Una lengua, claro, podría sobrevivir sin esas circunstancias, lo que, de hecho, es algo común; pero el problema de la nuestra es que las otras circunstancias tampoco han ayudado. Aquí, no debería tener que afirmar mi amor por el terruño, pero lo hay; lo que sucede es que hay amores ciegos y amores críticos, y mezcla. El mío, evolucionado con la vida, a ti, seguramente te parecerá bastante crítico. Y, aunque es un sentimiento construido de emociones, más que nada, trataré de hacer entender su lado crítico.

Cuando creció mi generación, este país se preparaba para dejar al espadón atrás. De hecho, todavía recuerdo una banderina, azul y cruz amarilla, adquirida quién sabe como, que colgamos en el balcón de mi casa el día de San Pedro, un año o dos antes de morir el espadón aquel. Excuso decirte que -aparte el Ayuntamiento, si no lo olvidaban- era una novedad absolutamente desconocida por nuestros lares. Claro, que no tenía mérito alguno, en las 'manis' de la capital del reino, donde nos curtíamos con lo de: "amnistía, libertad y estatuto(s) de autonomía", ya nos comenzaba a mosquear la profusión de senyeras e ikurriñas. Y claro, todos teníamos abuela, o sea, terruño. Y ese fue uno de los primeros errores de perspectiva: no nos dimos cuenta de que el territorio vasco y el catalán habían sido las niñas de los ojos del régimen aquel. Mucho sacar pecho contra los separatismos, pero a la hora de la verdad coparon los presupuestos para infraestructuras y la inversión que creaba puestos de trabajo. Y ese sí que era un poder fáctico. Así que toda la carrera en pos de las señas de identidad, o de su reconocimiento, fue en balde, o peor: un coste de oportunidad negativo. Tenían la posición ganada y no la iban a abandonar.

Una mirada calma a la historia nos diría que: Desde el siglo X, cuando el rey Magno decidió sentar sus reales al 'otro lado' del monte, -en el sitio estratégico de los astures- donde la vieja Lancia, a la vera del Porma y el Esla, volvía a ser capital para llevar la conquista, esta vez, al sur.
Este excurso, más allá de Pajares, viene a cuento porque el viejo terruño de los astures, llegó bastante más allá: hasta Coca en tierras de Zoelas de Segovia o portuguesas de Miranda do Douro (Donde el bable, o astur-leonés, es la segunda lengua oficial del estado portugués).Incluso, el sustrato liguístico bable, alcanza Cáceres, y dicen malas lenguas que, 'ruta de la plata' adelante, también a algún lugar de Badajoz. Pero eso eran los astures cismontanos; los trasmontanos, los actuales asturianos, sólo somos la Asturias de Oviedo, las otras: la Asturias de Ribadeo, la de Santillana e incluso la Vizcaina, que de todas hubo, se las llevó la historia, con la capitalidad, al reino de León*, que los cazurros, suyos son. En todo ese reino y en el siglo XI   se hablaba en fala -se excuse el pleonasmo-, o seguramente en falas. Ello así, porque fatalmente -para nuestro asunto- la hegemonía política fue a parar al rebelde Conde de Castilla, Fernando I. Tras la batalla de Tamarón (1037) se convierte en Rey de Castilla y León. Esa hegemonía es la que da el papel de centralidad, de intercambio, que decíamos el otro día, al español. Y en el siglo XIII de Alfonso X el sabio es, finalmente, la lengua dominante en la península, para acabar siéndolo de los territorios de la Monarquía Hipánica.
Y triste: la fala, el astur-leonés, el bable, el mirandés o el payuezu; quedaron relegados al papel de lenguas vernáculas, coexistiendo con el español. Triste porque no dejaron de retroceder en el territorio y finalmente acabaron en un engendro híbrido del castellano. Eso es lo que se hablaba a la altura de mi generación. Y, además, con la connotación peyorativa de lenguaje de aldeanos. La proximidad formal, románica, de ambas lenguas, en definitiva, no dejó de favorecer a la lengua del poder, y, eso es algo que ninguna política de normalización lingüística podrá revertir. Aquella vieja paso por Irlanda hace ya siglos, pero no volverá. Es la Historia. (Aquí sí, con mayúscula).

Lo que cuenta es que, al final, entre nacionalidades y regiones, nos acabaron por dar gato por liebre: la Asturias trasmontana quedó más incomunicada que refugiada, tras el Pajares. En realidad, después del premio -simbólico- de consolación de "el Principado", durmió una larga decadencia rural, en la que la iniciativa era marchar de adolescente a hacer las Américas, y, durante la que nos quitó la fame el retorno de unos cuantos patacones, pero sobre todo de los frijoles/fabas, las patatas/indianas, que aún las llamaba mi güela, el maíz o el tomate. Jovellanos lo intentó, pero hasta el carbón y su secuela siderúrgica, no se inicia 'el despegue'. Aunque no era petroleo, y era poco y malo. De todos modos, entre la primera gran Guerra y los sesenta, la "provincia" figuró notablemente en el P.I.B. o la "per cápita", pero no nos engañemos fue flor de un día. 
Entonces comienza una historia, con lógica difusa, entre lo casual y lo causal: Solís, 'la sonrisa del régimen', negociaba a cara de hiena en las cuencas mineras: "carbón, más carbón", no se podía parar la máquina, que tanto había costado poner en marcha en los 50. Hombre, ya puestos, una factoría siderúrgica, por aquí, otra por Gijón; eso sí, el Ministerio -de Industria, por supuesto-, aquel de ministros con apellidos endiablados, deja los laminados, o los redondos, con valor añadido, en Sestao o, por ahí, cerca de las Arenas. Aun así, Avilés era un regocijo -donde Luz Casal fue una muchacha de aquel tiempo, antes de ser gallega-, y al que invadieron los coreanos, es un decir; por si fuera poco, producíamos electricidad y aluminio por un tubo, y lámina de cristal, y barcos, y... pero algo ¿Casualmente? falló. Todo lo anterior, que no era poco, no fue suficiente para detener la entrada en barrena económica y demográfica de la, ahora, comunidad.
¿Causalmente? Puede tener que ver, que esa economía con todos esos fundamentos, tuviera un talón de Aquiles, o dos: como una carencia crónica de comunicaciones, o una gravísima falta de peso, en ese ministerio de ministros con apellidos tan impronunciables. Vervigracia: si extendemos la Siderurgia de Avilés hasta Gijón y no la limitamos, alcanzará una masa crítica por encima de 10 millones de Tdas. de acero anuales, que arrastrará imparable el desarrollo de otras áreas carentes en el entorno, industria auxiliar, montajes, etc. Pero si la malcomunicamos, sólo un poco, pues... podría ocurrir que allá por el año 68, algún von Krupp cualquiera, ante la perspectiva de bajar Pajares en coche y con la niebla típica de la estación, desistiese de tal viaje y ordenara la venta de su parte. Además, el alemán, conocía el estorbo del proyecto 'genial' de Siderurgia  de Altos Hornos de Vizcaya, entre naranjos valencianos. El colofón, siempre en el filo de esa raya difusa, entre lo casual y lo causal, es que ante tal densidad energética e industrial, la burguesía, el poder, los políticos o el capital asturiano, no supieron, no tuvieron la lucidez o la capacidad de asegurar alguna de las piezas básicas del puzzle: las comunicaciones con la meseta llegaron más que tarde y mal; ni energía nuclear, ni refinerías; a pesar del exceso y la proximidad todos los insumos, ni una fábrica de vespinos o de furgonetas 2cv, nada; retener y potenciar la industria transformadora, menos. Si somos capaces de un superpuerto en Gijón: desbarajuste, y, además, uno en Bilbao y otro en la Coruña, no vaya a ser. No puede dejar de recordarme el fatalismo fácil de aquella novela colombiana ¿O era crónica?

Ahora, Asturias, es una Cominidad casí irrelevante en el sistema de poder actual. No cuenta. La "densa" historia -amigo Josu- que acabo de relatar, finaliza, por ahora, con el dato del peso de su población en el conjunto de España: a mediados del XIX, a pesar de la masiva emigración americana, era aproximadamente del 4%; pasado mediados el siglo XX, en el momento de su máximo peso industrial y energético, todavía era del 3,5% de la población, y mayor en la economía; ahora está bajando, acercándose al 2% en la población y por debajo de la media en el P.I.B.**

Comprendo que aquella banderina en el balcón de mi casa, todavía no ha perdido su carga simbólica, y continuará muchísimo tiempo en el imaginario colectivo. Comprendo que a un asturiano determinado, y aun a muchos, les resulte intolerable que desde la "Xunta Xeneral del Principáu", desde la Universidad de Asturias, desde Ayuntamientos o desde otras instituciones, se muestre tal 'intolerancia' -y, añadiría, desprecio- a la lengua de  nuestro mayores. Pero Asturias no será  bilingue y mucho menos trilingue; es un pequeñísimo territorio dentro de una UE, que, a su vez, corre también algún riesgo de irrelevancia en este planeta lleno de Chinos e Indios; quizá, antes de llegar a mediados de siglo. No, como mucho, los rapacinos aprenderán en la escuela los fundamentos del Bable, un buen inglés básico y 'español' vehicular, como es debido. 
La costumbre, desde el otro lado del Pajares, le hace a uno ver más de cerca ese mundo -cosmopolita, lo llaman- y también, reconocer esa historia de la pérdida de centralidad, de poder; o, incluso, que por muy asturiano que uno se sienta (Todavía, hasta masticar lo de 'coger la flor', por bajinis, cada vez que pasa la raya de Pajares, o ahora del Huerna), lo mejor que podemos hacer los astures es aceptar la realidad, la de aquí, ahora. (Que los gallegos sigan corriendo tras vascos y catalanes)
Asin ye, guaje.





*  Algún cronista y en algún tiempo lo llamó Reino de Asturias y León, Pero acabó siendo el Reino de León. El joven león rampante, acabó desplazando a la vieja raíz sánscrita "Sthura": Ancho, como el rio Esla de los Astures.
** Añadir, que tu pueblo en los últimos cien años pasó del 2% de la población de Asturias al 0,5%. No tuvimos más remedio que irnos. Y, algunos, menos mal que no tuvimos que aprender otra lengua para que nos dejaran ganarnos la vida, o para ser aceptados, malamente.


















        


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