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06 septiembre, 2015



CATALUÑA... (2)

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Se quiéra no... la cuestión catalana se encamina a cerrar un ciclo en estado de máxima inestabilidad. Las encuestas acaban por dejar a la vista lo que el intento plebiscitario -huida hacia adelante- no pone de manifiesto. La insolvencia se hace cada vez más patente, y conspicuos representantes de Fomento del Trabajo Nacional (la Patronal catalana) hablan abiertamente del desastre de las cuentas de la Generalidad, por otra parte, cubierto o avalado por el Estado español; en unos términos que explicarían la negativa nacionalista a aceptar un Estatut con prerrogativas económicas por debajo  de los conciertos vasco y navarro. Pero esa es una cuestión insoportable a medio plazo en términos hacendísticos. Amén, de una anomalía a suprimir en la Unión Europea: de manera que la verdadera cuestión de fondo, la otra, la lisgüística, tiene  un lado más instrumental, como veremos.

Ciertamente esa comunidad tiene personalidad histórica y cultural propia, pero esa es una historia común -en mayor o menor grado- al resto  de la península. Cumple recordar al respecto que, si en el medievo ya estuvo sujeta a una lógica histórica centrípeta, que podía responder a los equilibrios de poder (contra) de las naciones que emergían en Europa, en la actualidad esa lógica ha cambiado de signo (con). Los 'jurídicos' nacionalistas no pueden no saber que el TRATADO DE LA UNIÓN EUROPEA dice en su Artículo nº4, aptdo 2, taxativamente: "La Unión... respetará las funciones esenciales del Estado, ESPECIALMENTE LAS QUE TIENEN POR OBJETO GARANTIZAR LA UNIDAD TERRITORIAL...", que traducido al catalán, u otra cualquiera de las lenguas de los 28 estados miembros, quiere decir exactamente, y nada más que, lo que dice.

Las dos evidencias citadas se relacionan, con seguridad,  con la tendencia creciente -en las políticas nacionalistas- de rasgos totalitarios tan bien explicada por H. Arendt en Los Orígenes del Totalitarismo: "...transformar a las clases en masas -de apoyo acrítico a un proyecto nacionalista-; el uso -crecientemente exclusivo- de los medios de Comunicación y la búsqueda de aislamiento, ...la división social entre quienes piensan que todo lo pueden, y aquellos para los que la impotencia de actuar sobre su realidad es la experiencia habitual de sus vidas".

La persistencia en las encuestas de determinadas tendencias,  revela una realidad política compleja en Cataluña: la del nacionalismo radical que a pesar de la conyuntura de crisis económica no consigue romper el techo permanente, por debajo 30%; la españolista, que no quiere cambios para las competencias actuales, y sí, ha mermado hasta el 17%; y, la que rompería la estrategia plebiscitaria nacionalista, la tercera vía, que se acerca al 50%, si bien, con algún tipo blindaje de competencias o pacto federal. Esas tres tendencias constituyen un verdadero rompeolas del mar de fondo y, a la vez mito, de la sociología catalana: la relación clásica entre un pueblo, una lengua y una patria. Pero fatalmente, esa esa relación no se cumple, tal cual, en el presente caso, al cometer el nacionalismo una especie de inexcusable sinécdoque: pretendiendo confundirse a sí mismo con toda Cataluña, y aún más, con el ensueño de los Països catalans.
Pero la Demografia sigue siendo testaruda, estropeando por igual una buena noticia o el mejor intencionado propósito político: dos generaciones después de que los Álvarez-Fernandez-Martinez-Rodriguez, llegasen a casi el 50% de toda la población de la -entonces- Región catalana, por fin, los residentes nacidos en la comunidad ya son algo más de 4,5 millones; pero los residentes nacidos en el resto de España siguen siendo 1,7 millones; los residentes no españoles 1,2 millones; y no se puede olvidar que más de 1 millón de entre los 4,5 SÍ nacidos en Cataluña, son de origen "español", es decir, no llevan apellidos catalanes.
Es posible, solo posible, que ello explique la resistencia a votar de casi la mitad de ese 80% largo de los encuestados que se manifiestan tan catalanes como españoles. Y también es posible que traiga causa de cierto complejo de agradecimiento por la acogida,  o de resignación a la 'prevalencia de los de aquí', es decir, de la realidad socialmente dominante- como nos contó Marsé-; de la burguesía catalana sobre los Pijoaparte.
No parece acertada, por tanto, la idea de interpretar la pasividad de sectores del electorado, opuesto al secesionismo, sólo porque crean -equivocadamente- expresar así su acuerdo con el régimen autonómico. No, no es eso. De lo que se trata es,  exactamente, de la línea de fuerza principal de ese sistema nacionalista: la llamada inmersión lingüística, de ese enorme grupo de la población que, en realidad, lo que constituye es un genocidio lingüístico, sin precedentes entre las naciones civilizadas, o de las otras. (Inmersión es introducir en el ámbito del conocimiento de una lengua, y genocidio la eliminación de un grupo social o nacionalidad. No parece que la intención continuada del nacionalismo haya sido andarse con eufemismos, sino la eliminación del español como lengua materna de la más de la mitad de la población, por una minoria  socialmente dominante)
La necesidad de implementar tan masivamente población emigrante, chirriaba -y aún lo hace- con mantener las formas sociales de la burguesía catalana: Pijoaparte estaba muy bueno, era un caramelito para la burguesita Teresa-Mutti, pero podría acabar en un incordio y, lo mejor, "después", era la burguesita a sus lingüismos y el charnego a su barrio a robar motos. (Cuando Masé perfila ese charnego, no comete desatino, en realidad, está retratando una forma, una dificultad muy frecuente, para conseguir participar, de una sociedad a la que tanto aportaron. Y, sí, así los llamaban en Cataluña, a pesar  de -o precisamente por- las Teresas).
Así ello, lo que hemos llamado genocidio lingüístico, resulta la clave de bóveda de toda la estrategia política del nacionalismo catalán: no se trata de defender a la lengua propia ante una de las tres lenguas de futuro del planeta; no, de lo que se trata es de erradicar ladinamente el español, en Cataluña, en procura del postulado de la sociolingüistica: "la estructura de una lengua condiciona el desarrollo de la cultura y está influye en la percepción y en el modo de situarse ante la realidad, la identitaria y, por tanto, la política". Esa es la clave de la estrategia para cambiar el 'más del 80%' de ciudadanos que se sienten catalanes a la vez que españoles, a pesar de la ingenua no respuesta del estado central con las políticas educativas o con el control creciente de los 'medios'. Es la estrategia de la tentación de apoyarse en el medio millón de nous catalans marroquíes, y más de otros orígenes. Es la estrategia, a pesar esa mitad poco propicia a votar, pero que siguen sintiéndose tan  catalanes como españoles.
Esa estrategia es la respuesta, el esfuerzo, de décadas de nacionalismo a destajo, de vale todo, de no importar los medios: a pesar de Banca Catalana, la manipulación de TV3,  la corrupción representada en la familia Pujol, del 3%, de la obligada salida de la Unón Europea o de miles de empresas del tejido empresarial catalán; pues a pesar de todo ello, el nacionalismo persistirá en el empeño ¿O será, más bien, una nacionalitis neurótica y obsesiva?
Parece que, realmente, la persistencia de ese 'más del 80%', les hace temer que pasada la ventana de oportunidad de la larga crisis, se alejará cada vez más la soñada independencia, o que esa actitud entre ofendida y displicente con los 'castellanos', de una parte de sus gentes, se vuelva más realista.
Probablemente, algún día, en Cataluña, alguien reflexione sobre el hecho de que en su idealizada Francia, si se rotulan los topónimos en lengua local, se hace en segundo lugar y en tamaño menor, evitando confusiones entre el francés y el alsaciano, bretón, vasco, franco-provenzal, occitano, gascón, corso, catalán o neerlandes, O sobre el hecho de que, los padres que quieran, puedan llevar a sus hijos a las ikastolas, al colegio alemán o al español, pero sin ningún tipo de subvención estatal; de hecho, TODOS lo centros donde se estudia catalán en Francia están subvencionados por... la Cataluña española. Ello explica más que bien, porque, en primer lugar Francia, y, en compañía de otros interesados, nunca aceptará el principio de secesión en una realidad, cuya naturaleza, intención y nombre es la UNIÓN EUROPEA.

Jonh Elliot y Joseph Pérez, seguramente los máximos especialistas en el XVII español, han dejado meridianamente claro que a la altura de 1641, España y Francia se jugaban la última mano de la partida y que, aún en desventaja, la vieja monarquía hispánica todavía tenía la posibilidad de jaque: el tablero -o Jonh Elliot- nos dice que con Castilla exhausta y despoblándose: "la Unión de Armas", a sostener de forma alícuota entre los distintos reinos de Hispania, era la conditio sine qua non, para ganar la mano. Castilla no fue sostenida, Cataluña se puso bajo la soberanía de Luis XIII, y los catalanes acabaron por sostener, con las tropas y dineros que negaron a su Rey... a un monarca extranjero. Los franceses entendieron, y supieron modernizar su país hasta llenarse la boca de Grandeur; aquí, incapaces de dejar la taifa: ni capital industrial-comercial en Barcelona, ni capital marítima en Lisboa, ni gaitas gallegas: decadencia y enfrentamiento, o guerra civil, continuados.
Así que las historias de Pau Claris, o de 'los segadores' del Corpus de Sangre son mitologemas, Como el del Conseller en Cap Casanova,  que aquel 11 de Septiembre luchaba -en la realidad- por  coronar al Archiduque de Austria como Carlos III, rey de España. Luchó, no se olvide, en un bando español, como lo eran Don Juan Prim, los republicanos catalanes Don Estanislao Figueras y Don Francisco Pi i Margall, o los del 36.
En realidad, quienes insistieron en reclamar que el Principado se convirtiera en República catalana, fueron los embajadores del antiguo pretendiente, que -ya convertido en Emperador de Austria- desistió de la lucha por la corona de España. En castellano: que dejó tirados a los los austracistas, catalanes o castellanos.
Como nos recuerda Juan Aranzadi, en "el Milenarismo vasco", para el relativismo cultural de los posmodernos y patriotas varios, no hay Historia -con mayúscula-, hay historias, y cada uno se monta la suya como más le conviene, o más le gusta.

Todo el largo y prolijo exordio viene a cuento de dejar claro que, la manipulación histórica, mediática y educativa a la que está sometida esa comunidad, desde hace décadas, no ha llegado a quebrar la autopercepción de ese 'más del 80%' de ser, o sentirse, tan catalanes como españoles. No ha servido violentar los principios más clásicos de la democracia -isonomía, isegoría e isocraciai-: hoy en Cataluña no hay, de facto, iguales leyes para todos, no sobre la realidad lingüística; ni igualdad de participación, como muy bien atestigua esa gran minoría que, se sabe -desmotivada arteramente- , por qué no participa; y  tampoco isocracia o gobierno de los iguales, pues , de facto, una parte -como si fuesen metecos- no participa.

Por último, el gran engaño de la lengua de los castellanos: EL CASTELLANO. Pues no: EL ESPAÑOL. Sí, la lengua de todos los españoles. Tan claro como lo ven los lingüistas Don Emilio Alarcos o Don Angel López García: allá por el primer milenio, cuando la Reconquista, en tiempos de Berceo, y, entre monasterios de Suso y Yuso, necesitaron un pigdin -una especie de 'inglés en mil palabras'- para entenderse con los vascones que entraban en España -al sur-,  a conquistar en aquella tierra, entonces sin nombre. El sesquilingüismo que practicaban los galaicos, astur-leoneses, navarro-aragoneses o catalanes servía como lengua de frontera, todos la entendían, pero era inasequible a los vascones, motivando la aparición del 'pigdin', del 'español en mil palabras', que desde la llanada burgalesa y del alto Ebro irradió su uso por toda la península, incluyendo judios, mozárabes llegados del sur o europeos traspirinaicos. Era la lengua de los desarraigados, de todos, y no era de nadie; por eso no pudo haber sido impuesta, por eso la usaban los aragoneses, a pesar de que, Zaragoza tardó un siglo en ser conquistada, mientras el Rey de Castilla seguía siendo aliado del Moro. Por qué iban a dejar de hablar los aragoneses la FALA DE TODOS LOS ESPAÑOLES: EL ESPAÑOL.

                                                        Escucha Cataluña a un hermano
                                                        que te habla en lengua: sí, española.
                                                        Lengua de entendimiento y de frontera,
                                                        vieja  lengua de nadie y de todos,
                                                        de recuerdos y glorias, ya olvidadas.
                                                        Lengua de futuro y de cien pueblos
                                                        que mil memorias más ha de guardar,
                                                        Mira a tu alrededor y... oye mi voz:
                                                        el rumor común de los desarraigados
                                                        ¿la has -por ventura- desaprendido?
                                                        Pues, parafraseando a Maragall, Joan:
                                                              ¡ESCUCHA, CATALUÑA!

























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