La publicación La Avispa -muy de la historia de Cudillero, sí, muy nuestra- publicaba en castellano, prácticamente en su totalidad. En un Cudillero, con una tasa aproximada del 50% de analfabetismo, y que, naturalmente, no leía ni pixuatu, ni nada. Realidad, a la que respondieron primero los hermanos García-Rovés, a finales del siglo XIX, y los Segas para los reyes de 1915; dotándola de centros de enseñanza que suplieran la carencias en la Instrucción pública de la época. Así que, ni literatura en pixuatu ni nada: 50% de analfabetismo...
Esta es la reseña en De... "CUDILLERO/CODILLERO …la memoria perdida"
Los primeros picotazos de La Avispa van dirigidos, con su ironía habitual, a la aparición de su colega (El Defensor… en sustitución de la La Voz), eso sí, dejando clara la identidad del mismo director, y la misma incorrección del lenguaje usado en los ataques personales o institucionales, sin distingos.
La iniciativa correspondió a su factótum: Agustín Bravo, boticario,
periodista y otrora alcalde, que a lo largo de tres etapas fue el espíritu del
periódico. La primera de ellas, fue el propietario-director Manuel Álvarez; la
segunda, a partir del número 54 -inicio del año 1890-, fue director Agustín
Bravo, y administrador el periodista Dionisio Duque, también empleado de la
botica; y la tercera -desde mayo del 1890-, Luis Rodríguez, Palique, quien imprimió su personal
carácter y alegría a la publicación. Lástima que su oponente ya había
abandonado el campo.
El enfrentamiento de las dos publicaciones,
cuerpo a cuerpo, estuvo lleno de picaduras, de burla y de sátira. Salían a
relucir, tanto los asuntos domésticos como los nacionales. Finalmente, La
Avispa se queda sola: su motejado rival -El
Ofensor- se había retirado; de
manera que, hubo de dirigir su picaduras a otros destinatarios, preferentemente a las Administraciones, que habían dado
tantos motivos como los aquí referidos.
Para acabar, cuenta el citado Santana: que ni el mismísimo Clarín, se
libró de la picadura; con motivo del -quizá no muy exitoso- estreno del drama Teresa.
Claro que, nunca sabremos si La Avispa había sido su amigo Roque…
En cualquier caso, para orientación de
navegantes, y como es sabido: las cosas no siempre son lo que parecen, ni
pueden interpretarse prima facie, Una
simplificación optimista o interesada, entre buenos y malos, haría aparecer al
sedicente -con la boca chica- Defensor/Ofensor,
como prudente socialista; y al Boticario/Avispón,
como más conservador. Pero la realidad histórica nos enseñó que tras las
fracturas o el desgarro, sobre todo, de la guerra incivil: las ideas, las
apariencias o la prédica, no se corresponden necesariamente con la obras; de
manera que, podría resultar equivoco clasificar a nuestros periodistas como
zurdos o diestros. Hombres de su tiempo,
seguro que en realidad pensaban cambiar todo lo posible, pero, para que todo
continuase igual, que dijo el otro, aquel Príncipe “gatopardo” de las Sicilias…
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