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24 noviembre, 2015



BARUCH... /1




... fue un 'portuñol', alguien especialísimo y quizás el precedente más notable de ese salto de la humanidad que representa la Ilustración.
Portuñol tiene dos componentes, hoy separadas, de lo que habría que suponer era la  misma cosa. Pero mediaron los borgoñones, y la porfía anglo-franca, logrando finalmente separarlos, para que la vieja Iberia, por fin, quedase sin una de las dos alas... Eso, si los Baños, Fernández, y otros pájaros no le cercenan la otra (Pero, estos días, no toca: 'Aquellos', que se enfríen -ahora- un poco al amor de la tramuntana).
En cualquier caso, nació holandés y lo hizo en el siglo de oro, pero el de aquel país, en tanto, el nuestro entraba en el ocaso.
Era hebreo sefardí, de nación; aunque no faltan quienes sostienen, que buena parte de los tales, en realidad, son hispanos: en el alto medievo, adoptados o mimetizados por 'pujantes' familias judías, de quienes dependían. Lo cual explicaría que fuesen tan numerosos. Empero, Don Salvador de Madariaga sostenía el siglo pasado, contra esa especie de leyenda negra anticastellana, de Ingleses y holandeses, -siempre tratando de minimizar las referencias al mundo hispano-: "el más que posible origen familiar, en Espinosa de los Monteros", de donde habrían salido a Portugal, huyendo de la Inquisición española, un siglo por delante de la portuguesa.
Spinoza, Benito o Benedito, aparece  así en la mitad del comienzo de la Ciencia, la Filosofía, pero sobre todo de una Epistemología  -o Teoría del conocimiento-, radicalmente  modernas. Hamlet, Don Quijote o el Rey Lear, son los personajes del nuevo drama que escribirán Shakespeare y Cervantes, pero sobre todo Galileo, Bacon, Servet, Descartes, Newton o, incluso, Huarte de San Juan. (Ese..."hay álguien ahí", del príncipe danés, o... "con la iglesia hemos topado", del hidalgo manchego, eran el estreno de una forma nueva de pensar, que rompía con aquel mundo de escolástica cerrada, dominado por los prejuicios religiosos. Son la pregunta y la respuesta que abren la puerta de la modernidad.
Baruch, aquí tiene un significado muy especial: está en un cruce de caminos; pero antes de seguir el suyo, será oportuno echar una mirada a la vía, por demás, bloqueada del Islam, y tan relacionada con los recientes acontecimientos protagonizados por sus creyentes, en New York, Madrid, Londres, París, y...  a pesar de lo cual, con frecuencia, se trata de categorizar a los autores de esas masacres como ajenos al Islam, a su fe, o su ideología. Sin embargo, un vistazo a la historia viene a decir, en buena medida, lo contrario: el Islam nace como un fenómeno religioso y social, en el fondo de saco del Mediterráneo, y, rápidamente, recoge de la tradición grecolatina y judaica elementos culturales, entre los que destaca la filosofía clásica. Entre el s. IX y el s. XIV, vive un período de esplendor, en el que sobresalen Avicena y Averroes, quienes además de ejercer la medicina como 'un seguro de vida', en realidad, eran auténticos "polímatas" -sabios universales-, y compartían el conocimiento de Aristóteles. Avicena admite elementos del neoplatonismo, pero rechaza la inmortalidad individual del alma; además, le gustan nada más que las mujeres, el vino y la música (Con dos...). Averroes trata de evolucionar -modernizar- la visión de Aristóteles, en realidad representa la cumbre de la Falasafa, cuando entra  en escena Al Gazali; pero éste, acaba en una deriva hacia la liquidación de la filosofía, a la que consideró una ofensa para el dogma' religioso islámico, enfrentándose, hasta liquidarla, a la tradición racionalista, para convertirse en 'derviche' (Más o menos giróvago), en un místico sufí. Algo así, como si en la tradición de Occidente, Santa Teresa o San Juan de la Cruz hubieran ocupado el lugar de Descartes o Newton.
Sí, un siglo después (XIII), la Universidad de París puso en cuarentena al mismísimo Santo Tomás, como a Avicena o Averroes; pero mientras el rigorismo, versión almohade, cristalizó en el mundo islámico, algo así, como si Occidente hubiera retrocedido un milenio hasta San Agustín; Europa, en poco más de dos décadas, inicia su despegue... pero esa es otra historia.





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