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02 diciembre, 2015



BARUCH... /2



...  decíamos que mientras Europa iniciaba su despegue, su renacimiento lo llamaron, el Islam se atascó sin solución: en sus primeros cuatro o cinco siglos había alcanzado, ciertamente, un desarrollo más que notable -fuera del desconocido, entonces, mundo chino- de la filosofía clásica o de algunas ciencias, como muestran: Al Geber (Ibn Jayán) lógico notable, que da nombre al Álgebra o que produjo el ácido sulfúrico; Al Juarismi, que nombra, a su vez, al procedimiento algorítmico (Iniciado por Euclides) y que solucionó con éxito ecuaciones de segundo grado o raíces cuadradas. También construyeron un tipo de astrolabio, o llevaron la astronomía más allá que la astrología, o la química que la antigua alquimia; destilaron el alcohol o el agua; incluso desarrollaron principios de farmacopea...Y ahí se detuvieron. Es una aportación notable y bastante conocida en la Historia de las ciencias. Viene a cuento porque, a esas alturas, Avicena y, particularmente, Averroes, con ese nivel de conocimientos, ya ocultaban su presunto, agnosticismo, tras el ejercicio -salvador- de la medicina: (Salvar al Cadí, o incluso a un Emir, podía tapar algunos pecadillos). Alguno de esos conocimientos aún siguieron en vanguardia hasta comienzos del XVI, como el álgebra; pero la negación, la renuncia, al pensamiento científico, que significaron los Almohades o Al Gazali, provocó una involución, hasta hoy, definitiva.

Tal involución, no fue consecuencia de un azar histórico, sino de la lógica del fenómeno religioso.
Una breve mirada -por contra- al estado actual del fenómeno ciencias (En Occidente), nos permitiría observar a un Satuola -el antepasado de Ana Patricia Botín-, a finales del XIX, asombrado por su descubrimiento, o más bien de su nieta, y que acierta al atribuirlo al hombre del paleolítico, contra el rechazo del entendido francés; hasta ser reconocido por la siguiente generación de especialistas: Obermaier, Breuil o Reinach. El arte paleolítico de Altamira, y el de toda la zona franco-cantábrica, como confirmó posteriormente la Etnología, tenia una función simbólica, propiciadora; similar a los mitos y ritos, que se conservaron hasta mediados del siglo XX* en los rasgos neolíticos de las últimas culturas perdidas.

Reinach, quiere iniciar su relato con el inicio de la edad de los mitos, con Orfeo. Y nos cuenta una bella historia que comienza en el animismo: en la primera aurora de la humanidad, en algún momento del tiempo, entre 200.000, y puede que 4 o 5 Mill. de años; entonces, todo ente está animado por un espíritu, aun el mundo mineral, pero Neandertal y Sapiens hilando más fino, distinguieron esa diferencia, y sus totems vehicularon su nuevo mundo simbólico hasta 'dioses' más... definidos, como principios de la naturaleza o del carácter humano e, incluso, animal. Se lo llamó politeísmo, que se relaciona con la aparición de los conflictos de intereses, con la violencia intraespecífica, excepcional, hasta entonces, entre los mamíferos. La evolución, algo tan vital, tan humano, nos  llevó hasta las religiones monoteístas, y, particularmente a las del libro. Para entonces la humanidad había entrado en la que llamamos cultura escrita y -entretanto- hacía su aparición ese monoteísmo, comenzamos a tener doble naturaleza: nuestra especie 'biológica' comenzó a estar 'condicionada' por la adquisición y transmisión de cultura. Eso nos diferenció del resto del mundo animal. De tal modo nos condicionó que J. Monod llega a afirmar que "las estructuras sociales sobrevenidas debieron influenciar en la evolución genética". Es decir, en la transmisión de la herencia, llegó a prevalecer lo que condicionaba las ventajas sociales sobre las ventajas de la pura sobrevivencia física; la habilidad social sobre la fuerza animal.
En ese viaje por el tiempo -tras los chamanes-, aparecieron los profetas, y es posible que se estuviera produciendo una selección natural de las ideas; en todo caso, se produjo la perfomance de una idea: la coraza que representaba una ideología religiosa que es aceptada, que se impone; actuando, así, como una ventaja evolutiva, que acabó por asociarse con algún tipo de innatismo, y, que fijándose -evolutivamente- explicaba o asignaba un destino inmanente, en cuyo seno se alivie la angustia existencial. Tal angustia, que ya heredamos, exigió la explicación, la búsqueda, que dio sentido a los mitos, las religiones e, incluso, a la Ciencia.  
Las religiones del libro son el realidad el principio de la historia, sagrada, pero ya historia escrita: La Biblia es un relato, además de histórico, moral, que responde a un intento de codificar (comportamientos sociales e individuales), que trascienda el estadio final del neolítico en las cuencas madre del Nilo, o del creciente fértil. Las Tablas de la Ley Mosaica 'fijan' algunas de las libertades 'negativas'**, vigentes hasta hoy, además de algunos preceptos, que hace mucho perdieron todo sentido. 
La nueva Ley Cristiana, es una clara -y reconocida- evolución de la anterior, con algún añadido de la filosofía griega (Platón, Aristóteles y estoicos, vistos los tiempos). Mantiene la ley natural mosaica, y se mete en laberintos, en costumbres de alcoba, vestuario o despensa, que con el tiempo no traen más que conflictos con la sociedad civil.
Por último, la Mahometana, respuesta de un caudillo que, aún iletrado, supo sacar a su pueblo de una situación de cerco y de límites. Sus 'Pilares del Islam', no mejoran el sentido natural y la evolución de las anteriores, e incorporan nuevos problemas, más disfuncionales, con el tiempo. Pero, sobre todo, entra en un verdadero choque de civilizaciones, sin solución, con las anteriores. Pero esa, también, es otra historia...





* En la primera mitad del siglo XX Lévi-Strauss, Malinowsky y otros, alcanzaron, todavía, el final de las culturas paleolíticas en la Amazonía o en el sudeste del Pacífico. África y Australia también conservaron parte se sus culturas, pero alguna lata vacía de cola, o la visión de pájaros metálicos, acabaron con ese mundo, mientras aparecían los cultos cargo.

** Se entiende la libertad negativa, como la que llega hasta el comienzo de actuación de la libertad del 'otro': No matarás, no robarás.

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