Pudiera ser. La reciente jornada electoral, además de un punto de inflexión, como todas -por otra parte-, al pasar de los días, se revela como algo más, puede que bastante más: Se va acerando a la mayoría de edad la segunda generación, tras aquel viejo de infausto recuerdo. Y una mirada atenta nos dirá que, sutilmente, el país cambió de muda, que el franquismo sicosociológico que predicaba alguien tan lúcido como José Aumente*, está desapareciendo en ese cambio generacional.
Esa muda se produce, no sólo, porque el balance electoral cargue a la izquierda, sino por cómo y, sobre todo, quiénes lo hacen: una gente que ha perdido el miedo -aquel respeto casi reverencial de una sociedad atemorizada- y que ya no conoció aquel hablar tan en voz baja, casi con pavor, de la guerra y sus secuelas. El presidio, el hambre, han desaparecido ya del imaginario colectivo; ahora, si tienen que acampar en Sol, o por las plazas de las Españas, pues... no tienen miedo: Más bien, ha de ser la policía quién se guarde de los antisistemas, como en Milán, o como en Paris. Y, además, le pondrán el punto lúdico. Talmente.
No nos dimos cuenta: llegaron para quedase. Los del 68... no nos dimos cuenta.
(Continuará...)
* Aumente postulaba que, el franquismo sociológico -que formateaba al español medio: productor e incipiente consumista, con aquella escala de valores, por llamarla de alguna manera, tan apocada, tan conservadora y, desde luego, rompedora con el ciudadano del tiempo de la República- estaba mudando de condición, y lo llamó 'sicosociológico', para resaltar lo profundo de la muda producida, expresando hasta qué punto había calado hasta lo más profundo del inconsciente colectivo; condicionando, incluso, comportamientos y maneras de la gente más opuesta al régimen, sobre todo , en el interior. Unamuno diría que había alcanzado al "macizo de la raza" y el aforismo popular que: "no se puede combatir a alguien 40 años -o casi- sin acabar pareciéndosele".
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