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26 abril, 2015



EL TRÁGALA...(2)

(Santos Juliá. El País)

...o la economía política según un iluminado autodidacta de 18 años.

'Dantarayer' dábamos cuenta de otro magistral artículo de Don Santos, en el que nos recordaba nuestra particular aportación a las formas de gobernanza, si bien, no precisamente, al capítulo de las buenas. En realidad, nuestra historia constituyó una especie de capítulo aparte, de anomalía, en la andadura política europea. Para los recalcitrantes -o llamados fachas, y conste aquí que, también los hay en las izquierdas- sólo recordar, que no hubo potencia, más o menos hegemónica europea que dejara de contar, tanto y en tan poco tiempo. El que va de Blas de Lezo  a Godoy, medio siglo, más o menos. Desde entonces, las pulgas de ese perro flaco, se soportaron mal unas a otras. ¡Hasta el 78! Guste o no guste. Porque ese año es un dato capital, es el norte de la brújula para saber de dónde partimos y dónde estamos.
Pues estamos, al cabo de los despropósitos que relata el bueno de Don Santos: después de dos siglos de desbarajuste y pérdida de rango, por fin, cuando estábamos instalados en el período más bonancible  y en plena economía globalizada, nos pilla -guerras aparte- la mayor de las crisis económica en más de un siglo. Y, en las crisis les conoceréis: por las Europas ricas estaban tan instalados que van a su bola, sus cifras de paro, en algún caso, incluso mejoran. Donde verdaderamente toca en hueso, es en la banda mediterránea; el retroceso de la economía llega a poner en cuestión la cohesión de la Unión. Velahí el problema: el daño social, en el empleo, en la pérdida de rentas, acaba provocando el malestar social que, aquí, levanta una -más que justificada- ola de indignación social. Nada más lógico. El problema se plantea en cómo enfrentar el tipo de soluciones; y la parte más viva, más agitada y más joven de la sociedad, propone la vieja solución de la ruptura: Si en el 78 no se pudo, intentémoslo ahora, todos a una, anarcos, troskos, viejos nostálgicos y jóvenes idealistas, a quien más a la izquierda; pidamos lo imposible y conquistemos el cielo.
Y de dónde se alimenta semejante desiderátum. Se lo cargan en el debe -o en haber, según se mire- al sociólogo Henrique Cardoso, como autor de la teoría de "la dependencia económica"(1), según la cual el problema original son los desequilibrios entre el centro (las naciones desarrolladas) y la periferia (América latina) (2). En realidad, no deja de ser una variante de las tesis sobre el imperialismo y la explotación del marxismo más rancio, pero que se podía adaptar a la situación latinoamericana de mediados de siglo XX, al menos, en algunos aspectos básicos: las naciones más avanzadas disponen de tecnología y modelos organizativos mucho más eficientes, y por lo tanto, quedan en situación de ventaja, que -naturalmente- no cederán graciosamente, como, por otra parte, no lo harían las dominadas, si fuese su caso. Para llegar hasta ahí, no se precisa tanta alforja. ni Max (Weber), ni Marx (Karl): Ni hacen falta el modelo de organización de la economía (Burocracia, como racionalización, precisión y estabilidad, para el mayor grado de eficiencia técnica); ni tampoco 'las herramientas', diríamos, del pensamiento clásico marxista.
Ese intento, funcionó como un proyecto de vocación defensiva frente, sobre todo, a U.S.A., desde la salida de la Gran depresión, hasta la crisis (de la energía) de los 70.
Finalmente, Cardoso se hizo mayor, llegó a Presidente de Brasil, practicó -en el mundo real- políticas neoliberales, pero acabó consiguiendo el despegue de la economía brasileña y autentica 'Autoritas'.
Si la historia acabase aquí, tendría fácil epílogo, pero un joven autodidacta de 18 años y lego en Economía Política -cuando entonces- tuvo la ocurrencia de escribir "Las venas abiertas de América latina", indignado, revelándose contra el saqueo de la riqueza, de los recursos naturales, de esa América latina, por los estados imperialistas, Gran Bretaña y Estados Unidos, desde el siglo XIX. Desde el punto de vista técnico, el libro no merece, no está a la altura, ningún comentario. El propio autor, cuando adulto, se reconoce desconocedor de la Economía Política, al escribir el panfleto que, además, le llega a parecer de una prosa pesadísima. Sin embargo, tal panfleto, acabó convirtiéndose en esa América latina, y aún más allá, en una leyenda urbana -una Biblia- para doctrinos, como el mismísimo Hugo Chávez, y lo peor, fue el alimento de la rebeldía juvenil de toda una generación, para la que la indigencia intelectual del artefacto no contaba.
El panfleto, ígnaro en ciencia económica, emplea toda la imaginería demagógica que puede soportar el papel. No tiene ningún empacho, por ejemplo, en utilizar a los 120 millones de niños -de América latina- como arma, aunque no sepa de que está escribiendo. No hace falta, 'esos niños' indignarán a la buena gente, no importan los argumentos. equivocados o no, serán emocionalmente aceptados. (Y creó escuela). 
Especialmente, el argumento del despojo en cascada, y de afuera a dentro (De ricos a pobres y desde metrópoli a colonia), allana el camino al irredentismo, pero expresa un profundo desconocimiento de la condición humana: somos primates territoriales y jerárquicos; lo que quiere decir que, desde el fin del paleolítico (3), la cultura y con ella la riqueza (la acumulación, la mejora de la productividad), se va difundiendo por oleadas o por préstamos -en una ocasiones viajan las gentes y en otras los conocimientos científico técnicos- de manera que aparecemos desiguales en nuestro estado de naturaleza. La adaptación a nuestra segunda naturaleza, la cultura, introduce las diferencias. No tenemos un origen angélico  o sobrenatural, somos hijos de la evolución biológica, de esa adaptación al medio, en la que encontramos soluciones diferentes, que nos separan. Y eso explica nuestra dinámica de aceptación/rechazo, de empatía/agresividad ante la otredad, lo diferente.
Esa biblia nueva, fue, en definitiva, escrita como una crítica al "sistema", pero ignoró que todas las olas anteriores que llegaban para traer la civilización, siempre adolecían del mismo fallo que, no era de un modelo u otro, no: el fallo radicaba en la mala comprensión de 'la condición humana'. Aunque el tipo de sociedad cambiara o pareciera cambiar, el fallo se reproducía. Podía cambiar ese modelo de sociedad: avanzar la tecnología de materiales del silex al grafeno, a la biomedicina, o a las técnicas de la información y las comunicaciones; pero el primate seguía erguido, con la misma 'condición humana'.
Esa es la explicación de un fracaso, tras otro, de las revoluciones: de la burguesa en Inglaterra (cuello del rey incluido), de las más populares en Norteamérica y Francia hasta, finalmente, las de lo soviets.
"Por consiguiente": Se ha intentado de todas las maneras, pero no hay revolución que valga -pobre Trosky, ni permanente, ni gaitas-, ni cambio de las relaciones de producción, ni en la naturaleza liquida de las sociedades modernas, porque lo que no consiguen cambiar es la permanencia de la condición humana que, aliada con el tiempo, gasta, envejece y arrumba las revoluciones que han sido y serán. La esperanza para, entre 7.000 y 12.000 millones, de primates inteligentes y enemigos de la biosfera, será el cambio gradual -¿evolutivo?- y continuado, especialmente en la educación y en la relación con el 'medio' o naturaleza.
La tremenda conmoción social producida por la última, pero no definitiva, crisis, alertó a los oportunistas habituales. Increíblemente no son capaces de leer la realidad, por ejemplo, de Venezuela, pero sí de postular la liquidación del período más largo de estabilidad y progreso económico y social de este país, desde la edad media. Por eso, su enemiga con la hija de la tataranieta de 'la Pepa'. Por eso, más increiblemente, miran a Chaves, en lugar de a Dinamarca. Por eso, cuentan el chocolate del loro del presupuesto de la casa del Rey o del presidente de la República, ambos semi-honoríficos en la Unión Europea. Por eso, nos hablan de antiguos filósofos sociales -demodés- del pasado siglo y, al parecer, no tienen noticia de Jeremy Rifkin, de Zigmunt Bauman o de Ulrich Beck. Por eso, serán una moda, y, politólogos-sociólogos, saben que pasajera.






(1) En realidad, el joven Cardoso recoge el trabajo de Gunder Frank, Dos Santos o Marini.

(2) Aquí, ahora, sería entre la Europa rica del centro-norte y la mediterránea, obviamente.

(3) 15-12000 años.


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