El 'problema español', el 'regeneracionismo', las 'guerras civiles', los 'golpes de estado', los 'espadones', las 'dictaduras'; son todo ello manifestaciones del mismo mal: algo se torció en la historia de España, sí, pero habitualmente hay dos posiciones enfrentadas al abordar la búsqueda de los orígenes -y en consecuencia, de las soluciones- del problema. Desde antiguo. Quizá, desde que existen el mundo atlántico y el mediterráneo -las gentes, la cultura-, la piel de toro quedó partida en dos mitades: desde Port Bou hasta Ayamonte. El problema podría ser común con Grecia, Italia o los Balcanes, también rompeolas de dos mundos; pero ahora el que nos interesa es el de aquí que, además, se ha producido más excesivamente. Se ha pasado de un imperio dominador a una decadencia excesiva; del dominio de una provincia católica belga, que "casi" nos ayudaba a conjurar el independentismo protestante flamenco, a ser casi una colonia. Y así, por ese camino, apareció la expresión: "las dos Españas"; aunque quizá sería más claro decir que: "media España no soporta a la otra media", y que terminan por no poder entenderse; incluso, más de dos Españas. Sin duda es la desvertebración a la que aludía, hace cien años, Ortega. Esa es la parte certera del diagnóstico, empero la intelligentsia hispana, durante todo ese largo siglo, persiste en el maximalismo: o no somos nada, o somos lo máximo. Reiteradamente nos parangonamos con el ideal tipo de Nación, de Potencia. No somos capaces de acomodarnos a un pasar y a esperar mejores tiempos. Lo que, seguramente, resultó perjudicial en nuestra historia: ese inconformismo entre un pasado glorioso y un futuro... acaba reiteradamente en frustración.
Así, no es sorprendente que Ortega acabe por contrastar
nuestras “circunstancias” con una idealidad irreal. No trata de hacerlo contra nuestros pares: Italia, Portugal
o incluso Francia; sino que incurre de lleno en el error coasiano típico, de
comparar una realidad –carencias incluidas- con el modelo de la sociedad ideal. La intelligentsia de hoy no lo compararía
ni siquiera con los parientes pobres de los que se ufanaría PODEMOS: Cuba,
Venezuela, incluso Argentina.
Pues se trata de evitar una proyección muy peligrosa: tras las circunstancias, podríamos encontrarnos con la despensa vacía
y las cárceles llenas, al modo caraqueño o cubano.
De todos
modos, llama la atención que Ortega, desde su republicanismo elitista y conservador,
hiciera propuestas curiosamente
similares a las actuales de los antisistemas: “órganos de
propaganda y estudio”, “red de círculos de mutua educación”; que, en
suma, actuarían como centros de protesta; y relacionados como "un sistema
nervioso que vehiculara la voluntad popular contra aquel régimen". ¡Ortega y Gasset!
Don José, extrañamente, propone
un abordaje radical, un enfoque, que desprecia las consecuencias económicas y
sociales, “buscando la opinión verdadera
e íntima de los españoles”, y que deja de lado el logro de cambios incrementales
.
Sin embargo –hoy, después de cien
años-, se sigue tratando de lograr la eficiencia económica y social, y además,
ya es preciso considerar que en las sociedades desarrolladas acaba
desapareciendo la dictadura de la escasez, y el problema básico se traslada a la correlación entre producción de riqueza y producción de riesgo. (Ulrich Beck).
Hoy, como ayer, ‘no PODEMOS’
dejar de tener en cuenta que, las enmiendas urgentes a la totalidad -léase: tumbar constituciones-, nos
volverían a distraer de lo importante: entonces
nuestro P.I.B. per cápita cayó de casi un
85% al 70%, respecto de los países centrales de Europa. Eso fue la
Restauración. De manera que ‘no PODEMOS’ volver -cual Sísifo- a la casilla de
salida, no hay vuelta atrás.
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