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03 diciembre, 2014



BREVES 2.1 -La Estética, según Walter Benjamin-

El Café Flore de Printems, en París:
(para Benjamín estar en el interior y el exterior al
mismo tiempo significaba la modernidad,
como las galerías y los pasajes).
Benjamin cultivó, entre otras aficiones, un marxismo poco ortodoxo, la "Teoría crítica" y la teoría de la crítica del Arte. Podría decirse de él, que fue "la modernidad".
A principios del siglo XX, Benjamin se encuentra con dos concepciones  de la crítica del arte -Wölfini v Riegl-, pero su trayectoria acaba por continuar la línea iniciada por Riegl.
Para él, Riegl formula una concepción rupturista del espacio; y sobre todo, una "voluntad del arte", del impulso artístico permanente (Kuntswollen).
Ese impulso es el que guía la continuidad, la intención inmanente, de la producción artística a lo largo de la historia. Comenzó, tiznando un simple dibujo parietal -la faena de un  apicultor-, en el levante español, o con la talla de algún asta de cérvido en el arco alpino centroeuropeo. Y no se detuvo hasta Picasso; después, los émulos de Pollock o los replicadores de Warhol, lo convierten en otra cosa, que en el futuro ya deconstruirá algún crítico de arte nuevo. Pero, desde el paleolítico, desde que somos lo que somos: construimos los primeros artefactos y articulamos en un lenguaje la emisión de sonidos; expresando así, ese impulso inmanente, que está codificado por la evolución en nuestros genes. La línea, el plano o el color, se expresan según una gramática generativa del arte, de la misma naturaleza que la gramática generativa del lenguaje, postulada por Noam Chomsky. Lo cual, ha sido confirmado empiricamente por la neurociencia actual, más allá de cualquier especulación.

Volviendo a la perspectiva de Riegl: ese "impulso" se puso de manifiesto en el paso de los primeros elementos de expresión táctiles (hápticos), a los espaciales (ópticos). Dicho de otro modo: la expresión artística pasa -evoluciona- de lo que se toca, a lo que se ve.
En la primera etapa táctil (háptica), se trata de inducir una mirada cercana, táctil, de los objetos, de su contorno, resaltando nítidamente del fondo: el "bajorrelieve", las superficies "dibujadas" del Egipto faraónico. En la transición, "la figuración" es ejemplarizada por la percepción espacial de la Grecia clásica: al relieve, se le añaden el sombreado y el escorzo de las figuras. Es un período, se podría decir, táctil-óptico.
La tercera etapa, se produce al final del período romano -antes, estimado decadente-, hacia el siglo IV. Pero Benjamin. siguiendo al "teórico" Riegl, de nuevo, lo entiende como el principio de la expresión espacial, o dicho de otro modo, el inicio la etapa óptica. Aparece la profundidad, y los cuerpos, aún relacionados con el plano, se sitúan en una  realidad tridimensional, sin contacto.

Después, en el cubismo, Picasso y otros, figuran, entendiendo la línea, no con relación a un fondo, sino como la linde de dos planos de color. Además, el color ya no tiene un valor fijo, cambia según sus relaciones con otros colores.

Y: colorín, colorao; este cuento, por hoy, se ha acabado.

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