El Café Flore de Printems, en París: (para Benjamín estar en el interior y el exterior al mismo tiempo significaba la modernidad, como las galerías y los pasajes). |
Benjamin cultivó, entre otras aficiones, un marxismo poco ortodoxo,
la "Teoría crítica" y la teoría de la crítica del Arte. Podría decirse
de él, que fue "la modernidad".
A principios del siglo XX, Benjamin se encuentra con dos concepciones de la crítica del arte -Wölfini v Riegl-, pero su trayectoria acaba por continuar la línea iniciada por Riegl.
Para él, Riegl formula una concepción rupturista del espacio; y sobre todo, una
"voluntad del arte", del impulso artístico permanente (Kuntswollen).
Ese
impulso es el que guía la continuidad, la intención inmanente, de la
producción artística a lo largo de la historia. Comenzó, tiznando un
simple dibujo parietal -la faena de un apicultor-, en el levante
español, o con la talla de algún asta de cérvido en el arco alpino
centroeuropeo. Y no se detuvo hasta Picasso; después, los émulos de
Pollock o los replicadores de Warhol, lo convierten en otra cosa, que en
el futuro ya deconstruirá algún crítico de arte nuevo. Pero, desde el paleolítico, desde que somos lo que somos: construimos los primeros artefactos
y articulamos en un lenguaje la emisión de sonidos; expresando así, ese
impulso inmanente, que está codificado por la evolución en nuestros
genes. La línea, el plano o el color, se expresan según una gramática
generativa del arte, de la misma naturaleza que la gramática generativa
del lenguaje, postulada por Noam Chomsky. Lo cual, ha sido confirmado
empiricamente por la neurociencia actual, más allá de cualquier
especulación.
Volviendo a la perspectiva de Riegl: ese
"impulso" se puso de manifiesto en el paso de los primeros elementos de expresión táctiles (hápticos), a los espaciales (ópticos). Dicho de
otro modo: la expresión artística pasa -evoluciona- de lo que se toca, a lo que se ve.
En
la primera etapa táctil (háptica), se trata de inducir una mirada
cercana, táctil, de los objetos, de su contorno, resaltando nítidamente
del fondo: el "bajorrelieve", las superficies "dibujadas" del Egipto
faraónico. En la transición, "la figuración" es ejemplarizada por la
percepción espacial de la Grecia clásica: al relieve, se le añaden el
sombreado y el escorzo de las figuras. Es un período, se podría decir,
táctil-óptico.
La tercera etapa, se produce al final del período
romano -antes, estimado decadente-, hacia el siglo IV. Pero Benjamin.
siguiendo al "teórico" Riegl, de nuevo, lo entiende como el principio de la
expresión espacial, o dicho de otro modo, el inicio la etapa óptica. Aparece la profundidad, y
los cuerpos, aún relacionados con el plano, se sitúan en una realidad
tridimensional, sin contacto.
Después, en el cubismo, Picasso y otros, figuran, entendiendo la línea, no con relación a un fondo, sino como la linde de dos planos de color. Además, el color ya no tiene un valor fijo, cambia según sus relaciones con otros colores.
Y: colorín, colorao; este cuento, por hoy, se ha acabado.
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