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12 diciembre, 2014



BREVES 2.2 -Walter Benjamin-

 La rebelión contra la cosificación.


Quizá siempre fue lo mismo. cada generación. Pero cuando vuelvo a leer a Benjamin su obra parece aún más titánica, más enorme.


Por eso, cuando veo las alharacas de esta "alegre muchachada" -que tanto me recuerda a la "batasuna"- de empoderados por doquier; no puedo remediar entrar en trance espontáneo: qué saltos de felicidad, qué sonrisas iluminadas, qué energía fluyente; pero sobre todo, me quedo más que lelo en la contemplación del, para mí, insondable rostro de "Carolina Bescansa Podemos". Constituye un misterio absoluto: siendo toda una "Profe de Uni", no alcanzo a distinguir entre un rasgo pánfilo o de malicia, no sé si es maquiavélico, o almacándida, pero eso sí, me muero literalmente de envidia, arrellanado en el sillón, contemplándola, exultante entre saltos y abrazos colectivos. Siempre me pregunto, qué pasará por esas cabezas, que se escapa completamente a mis neuronas espejo. No es envidia, no. Ni siquiera sana. Es... no sé, un sentir extraño, como si fueran de otra especie: unos Visitantes o algo así. Eso es, como los de aquella serie "V", saurios de sangre fría, cubiertos con una máscara. Políticamente hablando, claro.
Qué no les entiendo. Ese abismo, entre lo que manifiestan, y la manera de verlos de tanta gente: con ese rechazo ¿Por qué será, tú?
Por esa manera de tocarse los extremos, pensando en el "tío" Walter, se me fue el santo a la jeta -quiero decir: rostro- de "la Bescansa". No puedo evitar que me ponga en guardia , a la defensiva;  ni tampoco puedo dejar de verla insignificante. No acabo de entenderlo muy bien. Y del resto de su "santa compaña", hoy ya no vamos hablar, para qué; si parece que tuvieran el don de la ubicuidad: hasta en la sopa. Acabaremos soñando con ellos, como si nos volviéramos venezolanos.
Así que, mejor nos ocupamos del "tío" Walter.

Queríamos añadir a su comentado perfil como "crítico de arte", el de la insólita intuición del "mundo que venía": el consumismo, la reproducción del Arte o la publicidad. Aspectos que, a priori,  parecerían alejados del interés de la "Teoría crítica".
Benjamin compartió la formulación de Luckas en "Historia y conciencia de clase", entendiendo que el sistema capitalista convierte a los "seres" sociales en "cosas". Algo así, como en las reacciones tan viscerales, tan emocionales, del fenómeno del empoderamiento, de la mentada Bescansa y cia.; donde el poder, en realidad se da, a la inversa de lo que se predica: no se empodera a la gente, son el líder o líderes, los que se quedan con el poder. Con lo que, al final, el mundo como producción humana se vuelve extraño, hostil. Hegel le inventó el nombre: Alienación. De lo que resulta, para Marx: el fetichismo de la mercancía; la  cosificación de toda producción humana, incluida la cultura.
En esa encrucijada contradictoria, Benjamin, introduce el concepto de porosidad, entre lo privado y lo público, entre lo temporal y lo espacial...
Y esa idea, lleva su atención a las galerías, arcadas y soportales, que las nuevas tecnologías de mediados del XIX estaban desarrollando. Convirtiéndose, esas arcadas, de hierro y vidrio -como de cuento de hadas- de las Galerías comerciales de Nápoles, París, Milán o  Londrés, en el paraíso de las mercancías, de las cosas.
En ese punto, Benjamin, no estima poner en circulación "otra" teoría más. Lo que busca, es captar cómo ese arte expresa el inconsciente colectivo. Y lo hace, en el libro de "Los Pasajes", donde expresa -desde ese tiempo poroso- la contemplación un sigo después, cuando ya sólo quedan ruinas, cuando aquellos sueños yacen bajo el tiempo perdido, y sólo han permanecido las mercancías de los Grandes Almacenes.
Benjamin, flaneur, pasea las grandes avenidas del Paris de Haussmann, buscando sentido a su tiempo poroso más allá de las verdades inmutables, de las burocracias y de las revoluciones.
En realidad, ya sólo busca recuperar la ilusoria promesa de felicidad, que duerme en lo más profundo de los objetos, ahora muertos. El libro de "Los Pasajes" es esa búsqueda de la recuperación, del desencantamiento, de las utopías del pasado.
Esa es la rebelión de Benjamin contra la cosificación, contra la invasión de nuestro mundo por la mercancía.




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