La corrupción económica es la consecuencia del período de
enriquecimiento más súbito y más insólito de nuestra historia; mucho más que el
del oro americano; en el que, como no podía dejar de ocurrir, los Lázaros de
Tormes no han sabido tenerse ante tamaño cuerno de Amaltea y, claro, le han
metido mano, con el mismo fatalismo y fruición que un rijoso, en el oscuro, a
la vera de la boba.
Por tanto, no se
trata de batir el record mundial de Constituciones
por siglo, sino de la estabilidad, de la porfía en adaptar, reformar, la Constitución, la economía y la realidad
social del país. Sí se trata, del no al aventurerismo de llevarse por delante, a
golpe de demagogia y oportunismo, el mejor medio siglo de toda nuestra edad
moderna. Tiene razón -hoy en "el País", y casi siempre- Álvarez Junco*: hemos
estado persistiendo medio milenio en despreciar “la experiencia de las
reformas”, en arramblar con lo vigente y en construir un nuevo mundo, cual si
padeciésemos una condena de Sísifo.
Por tanto, nos conviene asumir que:
ESTAMOS CONDENADOS A CONSENSUAR LA REFORMA.-como en el 78-.
EL INTENTO DE IMPOSICIÓN DE UNA “CARTA” DE PARTE, SERÍA RESPONDIDO CON OTRA
“CARTA” DE PARTE.
ESA REFORMA, POR
CONSENSO -como entonces-, ES LA ÚNICA SALIDA A LA PAUTA DE RUPTURAS. Que
son el desastre, la discontinuidad, de nuestra historia.
¡Elemental, queridos politólogos!
Porque, hablando de este “Régimen”, hay que reconocer que al
Ejército de ahora, no lo reconoce ni la madre que le parió, que dijo… no sé quién. Y a esta Iglesia, aunque
se mete en las conciencias más de lo que nos gustaría, como dice Santos Juliá*,
se le va pasando el arroz.
Así que, ¡Constitución!
dicen ¿Cuál Constitución? Porque a la tataranieta de la Pepa , la vemos
bien, gracias. El que esté rijoso
–decíamos- que se vaya al cine. Quizá, así, estos chicos se calmen un poco, que
los que mentaba Tierno, nos hemos hecho muy mayores.
Tanto, como para recordar aquella tarde, cuando a la
campanada de las 7,30, irrumpieron en la Puerta del Sol, algo así como 35.000
”camaradas”, de los que el Régimen -aquel, sí que lo era- nunca supo de donde
habían salido; o el silencio acre, crispado, en el entierro de los de
Atocha, cuando el aire tenía olor a pólvora; con aquel “servicio de orden”,
que tanto mosqueó a los "otros". Tanto, decía, que el general Santiago mantuvo el
sable en la vaina.
Entonces, así se
miraban las dos Españas. Todavía. El miedo a la guerrilla urbana, o sea a la guerra civil de baja intensidad, estaba en el ambiente. Así que, de alguna manera, “juramos la rojigualda y la marcha real”.
Y la denostada transición fue imperfecta. ¡Cachis! Pena de Monedero, o del
otro.
Pero GENTE QUE SE
HABÍA ESTADO MATANDO SE VOLVIÓ A HABLAR*. Por eso, rechazamos frontalmente que
traten de eliminar el consenso constitucional. Habrá mayoría, a propos, y no nos
importará nada como se autodeterminen, -Sole Tura, dixit-, los del
tercero izquierda, los nacionalistas o las chicas de la cruz roja.
Entonces, demasiados entonces, ocurrió lo que ocurrió; una
historia desastrosa, terrible; desde la contrarreforma, hasta la guerra civil;
que diría Álvarez Junco*. Lo cual, determina el realismo -no mágico- como única
opción: acordar lo máximo posible y lo mínimo necesario. Lo que no tiene nada que ver con el chorizo
de Roldán, la miseria chapada en oro de un Jesús Gil cualquiera o las
relaciones peligrosas de un Bárcenas. Y, hay que tener muy claro, que ni tales
“próceres “, ni el secesionismo nacionalista son efectos de la Constitución del
78; no, son causas que tratan de romperla. No se lo pongamos fácil
“La Transición, en su sitio”: Santos Juliá y Álvarez Junco.
El País 21.11.2014
0 comentarios:
Publicar un comentario