"elpiratadelacanción" ha virado por avante y navega a toda vela hacia el Mediterráneo. Las soledades de Castilla van dejando atrás un horizonte invernal, perfilado de chopos dorados, cuyas hojas temblonas amenazan besar la dura, invernal, tierra de la Mancha. Va buscando descanso de los trajines, los podemos, las crisis y ...quizá ya del peso y pesares del tiempo. Esta vez el rumbo es 180º. Todo al Sur. La impresión, es muy diferente, ahora: al final de la "llanada", en la antesierra, están los pagos de Don Ávaro de Bazán -almirante de aquella armada tan española-, su palacio, una plaza de toros cuadrada, y un cortijo imaginado -los Carvajales-, donde Don Ramón María situó el arranque magistral de Baza de espadas. Más adelante, por otro pago imaginario -Venta quemada-, del no menos afamado Manuscrito hallado en Zaragoza, de aquel conde polaco, se entra en los órganos de Despeñaperros, en la Sierra morena; tras la cual y navegando un mar de olivos, se va dejando por babor aquel mundo encantado, nazarí, que contó Irving: LA ALHAMBRA, que se yergue en la lejanía, cubiertas las espaldas por un centinela pétreo, gigantesco y nevado, que aún lleva el nombre del emir: Muley Hacen, y que hoy mostraba el esplendor de todo su ropaje invernal. Toda la sierra estaba nevada.
Después, al sur de Granada, haciendo un regate al camino de la Alpujarra de Brenan, por fin se arriba a la tierra de Vélez-Málaga, a casa, justo en la línea de la costa, allí, donde se yergue un humilde monolito que reza "... porque si yo no me engaño, la tierra que pisamos es la de Vélez-Málaga": Miguel de Cervantes Saavedra. (Al 'subirse del moro', de su cautiverio en Argel)
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