Hace muchísimo tiempo, un francés
listísimo y algo hereje, Françoise Marie Arouet, escribió un cuento o fábula
moral -MICROMEGAS-, en el que venía a explicar, que grandes o chicos, la condición humana viene a ser la misma. Era, efectivamente, no muy distinto de “los cuentos de Gulliver”, pero ya se sabe
que los franceses son muy suyos para sus cosas.
Emprimando aquí, con nuestra pequeña versión del dichoso
cuento: erase una vez, hace mucho tiempo –un año y medio- y en un lugar
remoto –Cudillero-, un “señor Pepe”, que aprovechando que ya se conocían las
redes sociales, usó de la más usual del dicho lugar, para terciar en la
enconada situación que entonces se vivía en la encantadora villa: Y sentenció,
que habiendo ganado “los tales” "el Palación”, la cuestión era zanjada por los
cuatro años, que habrían de esperarse -y callados- “los cuales”. Así, entendía
la democracia el Sr. Pepe, que no dudó en hacer pública expresión, en apoyo de
los suyos, de su “bando”. Mas, enconada
que estaba la querella, saliéronle al
paso al Sr. Pepe: que no era del quico; que era antiquísimo el tal invento,
–allá, antes de Cristo, por Atenas-, tanto, como más de dos milenios. Y que todavía
queda memoria del padre de la criatura: Clístenes. Pero el
conspicuo “pobrecito escribidor”, todavía le decía más al Sr. Pepe: que los
atenienses no fueron conformes con expresarse -votar- cada cuatro año; entendían que no era solamente elegir entre la quica o el quico, que por encima
de las formas, se trataba de la igualdad (ante la norma, ISONOMÍA), o del
derecho de participación (de expresar, ISEGORIA). Para nosotros: ser tratados igual por la Ley, y tener los mismos
derechos a participar, a expresar*. Y, a lo largo de los cuatro años, no
sólo en el momento de escoger el caramelito: quicos o quicas.
Pero aquí, entonces; y en Cataluña, ahora, los que
interpretan la Ley desde la poltrona, se cubren las vergüenzas y deciden lo que
significan las palabras, y como en la
China de Confucio, entonces el orden social se desploma.
La moraleja volteriana, es que chicos o grandes, la
condición humana es la misma: sin ronzal, la cabra tira al monte…y, demasiado a menudo, los que mandan, si pueden, hacen trampas.
* Antonio Elorza, Catedrático de Ciencias Políticas de la
Complutense de Madrid. Hoy, en el diario “el PAÍS”. (No confundir con los
falsos Monederos u otros “troskos.)
* ”elpiratadelacanción”,
en el Blog Sr. Acalde, Abril-Mayo 2013.
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