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13 octubre, 2014



CUDILLERO/CATALUÑA

Hace muchísimo tiempo, un francés listísimo y algo hereje, Françoise Marie Arouet, escribió un cuento o fábula moral -MICROMEGAS-, en el que venía a explicar, que grandes o chicos,  la condición humana viene a ser la misma. Era, efectivamente, no muy distinto de “los cuentos de Gulliver”, pero ya se sabe que los franceses son muy suyos para sus cosas.
Emprimando aquí, con nuestra pequeña versión del dichoso cuento: erase una vez, hace mucho tiempo –un año y medio- y en un lugar remoto –Cudillero-, un “señor Pepe”, que aprovechando que ya se conocían las redes sociales, usó de la más usual del dicho lugar, para terciar en la enconada situación que entonces se vivía en la encantadora villa: Y sentenció, que habiendo ganado “los tales” "el Palación”, la cuestión era zanjada por los cuatro años, que habrían de esperarse -y callados- “los cuales”. Así, entendía la democracia el Sr. Pepe, que no dudó en hacer pública expresión, en apoyo de los suyos, de su “bando”.  Mas, enconada que estaba la querella, saliéronle  al paso al Sr. Pepe: que no era del quico; que era antiquísimo el tal invento, –allá, antes de Cristo, por Atenas-, tanto, como más de dos milenios. Y que todavía queda memoria del padre de la criatura: Clístenes. Pero el conspicuo “pobrecito escribidor”, todavía le decía más al Sr. Pepe: que los atenienses no fueron conformes con expresarse -votar- cada cuatro año; entendían que no era solamente elegir entre la quica o el quico, que por encima de las formas, se trataba de la igualdad (ante la norma, ISONOMÍA), o del derecho de participación (de expresar, ISEGORIA). Para nosotros: ser tratados igual por la Ley, y tener los mismos derechos a participar, a expresar*. Y, a lo largo de los cuatro años, no sólo en el momento de escoger el caramelito: quicos o quicas.
Pero aquí, entonces; y en Cataluña, ahora, los que interpretan la Ley desde la poltrona, se cubren las vergüenzas y deciden lo que significan las  palabras,  y como en la China de Confucio, entonces el orden social se desploma.
La moraleja volteriana, es que chicos o grandes, la condición humana es la misma: sin ronzal, la cabra tira al monte…y, demasiado a menudo, los que mandan, si pueden, hacen trampas.

* Antonio Elorza, Catedrático de Ciencias Políticas de la Complutense de Madrid. Hoy, en el diario “el PAÍS”. (No confundir con los falsos Monederos u otros “troskos.)
* ”elpiratadelacanción”, en el Blog Sr. Acalde, Abril-Mayo 2013. 

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