Diego Genaro Mesa... nunca habíamos sabido nada de él. Es -seguramente- un "indito" campesino, del sur profundo, en el estao de Guerreo, por ahí, camino del Petén o del Chichén Itzá de Sénder. Pequeñito, atezado y con ese el brillo de ojos, casi fanático, de... los idealistas. El problema está, en lo que ese brillo esconde, lo que hay detrás de esa mirada.
La crónica del día, nos trae el relato: no es el Che, atravesando Sierra Maestra, fusil en bandolera, después de todo, sólo es un joven normalista -estudiante de magisterio- de Ayotzinapa, forjado con el material de los idealistas: los sueños. Pra un día dejarlos atrás y hacer la revolución. Después de todo, esa forja es la misma que templó, hace más o menos un siglo, a la gente lugareña, la de Pancho Villa; contra el imaginario -pero muy real- Don Santos Banderas.
En ese mundo perdido, agrario... revolucionario, quedó una profunda frustración tras el intento fallido de alcanzar la modernidad, y el único escape, para los jóvenes más avispados, fueron las escuelas normales campesinas.
Ese mundo, acaba, recurrentemente, siendo un semillero de guerrilleros, de ortodoxia marxistas- leninista y admiradores del Che ¿Es que podría ser de otra manera? No hace falta explicar su condición humana, tienen la que tienen, es como un determinismo. Del mismo modo que los jóvenes cachorros de la alta burguesía, que se aburren en Portofino o en Martha's Vineyard, tienen la que tienen. No cabría esperar otra cosa, sería una ingenuidad. Despues de todo, fue Marx quien dijo algo como que: "las condiciones materiales, serían las que hacen nuestra visión del mundo" . Diego Genaro Mesa, tiene una condición humana, que no hace falta explicar.
Pero la que no tiene explicación es la de Ángeles Pineda Villa y José Luis Abarca Velázquez; el alcalde, que había hecho la carrera desde su puestito de vendedor de sandalias y sombreros de paja, hasta entrar en política de la mano de un senador del "sistema", y salir alcalde al primer intento y sin ninguna experiencia. Y para qué la iba a querer: también, al primer intento casó con la doña, hermanada con distinguidos miembros -ya baleados- del clan del, capo de capos, Beltrán Leyva.
Eran del peor "narco"de Mexico, y ese día aciago, iban a fiestear; la "señora" iniciaba también su carrera electoral. No se conformaba: su mirada, el rictus duro, y todo el lenguaje corporal, la delatan: ya que habían llegado hasta allí, no pararían ya. Y no iban a chingarle su fiesta "social" cuatro estudiantuchos.
Así, que les enviaron a los sicarios. Sólo, que los sicarios eran la policía de la ciudad, con el Jefe (i)rresponsable al frente. El final ya lo conocemos, todos desaparecidos: la parejita, el Jefe y los estudiantes: pero en distinta condición. Porque los humanos tenemos distinta condición, y eso es lo que parece ponernos a un lado o a otro, en la partida... de la vida.
No hará falta interrogar a los "estudiantuchos" ¿Verdad?
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