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16 octubre, 2014



UNA PINCELADA...

Una pincelada es, además de un toque sutil, la condensación de toda la maestría que la evolución puso en la coordinación entre el ojo y la mano.
El pulgar vuelto, con el índice, hacen una pinza de extraordinaria precisión, como la que se expresa, por ejemplo, en el retrato de Juan Pareja de Velázquez, en el miniaturismo de los detalles de Vermeer, o en los rostros quebrantados de Francis Bacon.
A los científicos de la biología y la medicina, les asombra esa precisión, inigualable en toda la naturaleza: una onda de luz, a través de la pupila, impacta en las células del fondo del ojo, viaja a lo largo de millones de células por todo el cerebro -como una, entre vibración y corriente eléctrica- hacia la nuca, más o menos, y, entre 0,1 y 1,3 segundos, que responderá, enviando por un nervio, una orden -también eléctrica- hasta los músculos más finos de los dedos pulgar e índice, que con un toque minúsculo, son capaces de expresar toda la profundidad, del cerebro, del genio humano.
Eso, también es condición humana. Aunque haya otras, de las que vamos hablar.

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